domingo, 20 de noviembre de 2011

El jardín de Abdul Gasazi, de Chris Van Allsburg

The Garden of Abdul Gasazi, de Chris Van Allsburg
Houghton Mifflin Company, 1979
Edición en español: El jardín de Abdul Gasazi. FCE, 2017. Traducción de Agustín Cadena.
Caldecott Honor Medal, 1980




Haz clic en la cubierta para escuchar cómo leemos nosotros The Garden of Abdul Gasazi (en inglés)


Esta reseña se refiere a la versión inglesa. Todas las citas están traducidas por mí (no están tomadas de la edición de FCE, publicada en 2017, a la que no tenía acceso en el momento de escribirla). 

The Garden of Abdul Gasazi fue el primer libro que publicó Chris Van Allsburg (autor de los más conocidos, aunque quizás más como películas que como libros, Jumanji (versión en castellano de Fondo de Cultura Económica, 1995) y El expreso polar, (versión en castellano de Ekaré, 1988), entre otros muchos titulos. Es una inquietante aventura sobre la responsabilidad, el sentimiento de culpa, la magia y la realidad, que atrajo a mi hijo de inmediato y a su madre y a su padre más poquito a poco, pero también con intensidad.

El texto
Un día, la vecina del pequeño Alan Mitz, la señorita Hester, le pide un favor: hacer de canguro de su perro travieso, malo y no-para-quieto y sacarle de paseo por la tarde. Alan se toma su responsabilidad muy en serio y se pasa toda la mañana evitando heroicamente que Fritz le hinque los dientes a los muebles. El niño gana la batalla y al final los dos se quedan dormidos, agotados. Antes de rendirse al sueño, Alan se asegura muy bien de meterse el sombrero por debajo de la camisa para evitar que Fritz se lo coja y lo mordisquee.

Una hora más tarde, Fritz despierta a Alan de un bocado en la nariz, que el niño interpreta como señal de que debe ser la hora de su paseo. El perro sale corriendo, tirando de Alan. Al cabo de un rato, llegan a unas puertas, con una señal que dice: PERROS FUERA, NO DEBEN ENTRAR DE NINGUNA MANERA A ESTE JARDÍN, firmado ABDUL GASAZI, MAGO JUBILADO. Alan intenta pasar de largo, pero el perro se escurre de la correa y entra corriendo. Alan va corriendo detrás de Fritz, que se va adentrando más y más en el jardín, hasta que el niño le pierde de vista. Poco después llega a un claro, se asoma y ante sus ojos ve la impresionante casa del mago jubilado.

Nervioso, se acerca a la puerta y, antes de que haya tenido tiempo de llamar al timbre, Gasazi abre la puerta, le hace entrar y le dice 'Claro que te voy a devolver a tu pequeño Fritz', y le vuelve a llevar al exterior, hasta un grupo de patos. Uno de los patos se acerca. 'Aquí tienes a tu Fritz', dice Gasazi. ¡Llévate a tu ave y haz el favor de no volver'.

Alan está en un estado de shock y de confusión, pero cuando el pato trata de morderle la mano, piensa que al menos se ha llevado al pato correcto. Empieza a caminar hacia casa, preguntándose cómo va a explicarle todo a la señorita Hester, con la risa de Gasazi resonándole aún en los oídos, cuando de repente un golpe de viento se lleva su sombrero y el pato salo volando detrás... y vuela y vuela y sigue volando hasta que desaparece en la distancia.

El pobre Alan sigue caminado y pronto llega a la casa de la señorita Hester. Valiente, llama a la puerta y al abrirse, cuenta todo lo que ha pasado de un tirón. Pero entonces sale corriendo de la casa Fritz, con el morro lleno comida. Alan se siente tonto por haber sido tan inocente y promete que nunca le engañarán así otra vez.

Cuando se va, Fritz va corriendo hasta la señorita Hester y deja caer a sus pies el sombrero de Alan. "¡Qué malo eres! ¿Qué haces con el sombrero de Alan?", dice ella.

Las ilustraciones
Las ilustraciones en lápiz gris de Chris Van Allsburg en The Garden of Abdul Gasazi, casi obsesivamente detalladas, aportan una profundidad tridimensional a un texto ya de por sí encantadoramente atmosférico.

Aquí está Alan en el sofá y Fritz debajo del sofá, dormidos tras una agotadora mañana de correteo de un lado hacia otro:
Fíjate en el papel pintado y en la moqueta.
¡Cómo le gustan a Allsburg los diseñitos!





















Aquí está Alan, cayéndose por las escaleras y Fritz corriendo por delante 'ladrando de risa':
No se aprecia muy bien en la pantalla ni con esta resolución, pero la
hierba es absolutamente increíble. Me encanta el conejo a la derecha.






















Aquí está el mago Abdul Gasazi abriendo la puerta:
No sé tú, pero yo la piedra esa casi la toco y la siento.



















Esta es mi escena preferida. ¡Qué definición de personajes!
¿Cuántos diseñitos distintos identificas? 




















Y aquí esta Alan con Gasazi y el patito Fritz:
¿Y qué me dices del diseño de la bata de Gasazi?



















Merece mucho ver estas ilustraciones sobre papel (la editorial Houghton Mifflin es tan amable de ofrecérnoslas en un papel de la máxima calidad y se agradece).

Las ilustraciones están dispuestas de forma clásica, con una página para el texto y otra para la ilustración. El texto se sitúa dentro de un marco (con un diseñito de los suyos, ¡claro!):













Las ilustraciones tienen tanto detalle, que hay mucho que mirar. Hay un cuadro dentro de una de las ilustraciones (la primera ilustración de arriba, encima del sofá). El motivo del conejo blanco está presente no sólo en la ilustración donde el conejo observa la escena en la que Alan se cae por las escaleras; también aparece en la ilustración donde Gasazi le abre la puerta a Alan, en la que vemos dos conejos tallados en piedra en el marco de la puerta (por desgracia, en la imagen de arriba están cortadas). Pero el detalle más extraordinario de estas ilustraciones se encuentra en la representación de las texturas de todo: de la piedra, de la hierba, del cielo, de los tejidos, de las flores, de los cristales de las ventanas, de los troncos de los árboles.

Una de las cosas que más me llama la atención de las ilustraciones de The Garden of Abdul Gasazi es el papel que desempeña el cielo en la representación del paso del tiempo. Es casi como estar viendo las nubes moverse en uno de esos días de viento donde recorren veloces el cielo. A medida que progresa el día inicialmente soleado y claro, el cielo se va volviendo más oscuro, primero porque parece que va a llover, y luego porque empieza a atardecer.

A mi hijo le atrajo The Garden of Abdul Gasazi desde la primera vez que lo vio (tenía poco más de dos años cuando lo recibimos). Creo que una de las razones es que estas ilustraciones realmente parecen escenas en las que uno podría entrar. No sé qué es, pero la piedra es increíblemente sólida y los cojines del sofá son increíblemente mullidos. Puede que la formación inicial de Chris Van Allsburg como escultor explique algo acerca de cómo representa el volumen. De verdad que es asombroso.

Lectura en voz alta de The Garden of Abdul Gasazi (nos referimos a la versión original inglesa)

Lo primero que me llamó la atención de este libro fue la cantidad de texto que tiene para ser un álbum ilustrado. Mi reacción inmediata fue pensar que el texto podría ser más corto. Sin embargo, cuanto más lo leo más me alejo de esa postura (ver la sección "Qué nos gusta de The Garden of Abdul Gasazi" para leer más sobre esto). Es muy agradable leer cosas un poco más largas en voz alta (y a los niños, incluso a los más pequeños, les gusta también).

Así que es un tipo de libro de lectura más larga, tranquila. Leerlo en voz alta es también una experiencia diferente, un poco más como la lectura de un cuento corto. No tiene rima, no tiene repetición, no tiene los apoyaderos clásicos para la lectura en voz alta, y sin embargo ¡qué bien se lee! En este libro, creo que una de las cosas que ayuda a mantener la atención del oyente es el diálogo, que se utiliza poco pero de forma muy eficaz, un poco a modo de anclas a las que agarrarse. Esto, junto con las ilustraciones tremendamente atmosféricas (quizás tenga más texto que la mayoría de los álbumes ilustrados que se publican ahora pero desde luego que las ilustraciones son al menos la mitad de la historia), hace que capte con facilidad la atención de cualquier niño que esté de humor para embarcarse en una aventura misteriosa.

Siempre que lo leemos, mi hijo da un grito de emoción cuando Fritz le muerde la nariz a Alan, se muestra preocupado cuando el perro sale corriendo y entra en el jardín prohibido, se ríe de la idea de que un perro "ladre de risa" e intenta él emitir un ladrido de risa, se queda callado cuando Alan busca a Fritz, comparte la impresión de Alan ante la casa de Gasazi, vuelve a quedarse callado cuando aparece Gasazi, le fascina la idea de que Fritz pueda haberse convertido en pato, grita ¡No! cuando el pato Fritz sale volando con el sombrero de Alan y luego vuelve a callarse hasta el final, cuando riñe a Fritz con la señorita Hester "¡Qué malo eres!".

Qué nos gusta de El jardín de Abdul Gasazi

En primer lugar, es un título estupendo. El nombre de Abdul Gasazi te entra en la mente para no volver a salir nunca.

Me gusta que tenga bastante texto. Creo que la actual tendencia en álbumes ilustrados de 'no pasarse de las 500 palabras' no tiene razón de ser. Hay algunos álbumes ilustrados absolutamente maravillosos con menos de 500 palabras y hace falta tener un gran talento para escribirlos, pero no pasa nada tampoco si algunos tienen más palabras  -y el talento que hace falta para escribirlos no es menor-. Una de las cosas que este libro hace tan bien -desarrollar sus personajes- puede haber requerido esas palabras adicionales. Y menos mal que a Chris Van Allsburg se le permitió usarlas.

También me gusta mucho cómo aborda el sentido de la responsabilidad y el miedo a fracasar en una tarea de adultos (los padres de Alan no aparecen en la historia) y el hecho de que, hasta el final (cuando se nos dice que Alan se prometió a sí mismo que nadie le volvería a engañar de esa manera y se dijo a sí mismo que era demasiado mayor para creer en la magia), juega con la posibilidad de que la historia entera podría ser una pesadilla o incluso una mentira inventada por Alan para ocultar el hecho de que se quedó dormido y al despertar, se encontró con que Fritz había desaparecido.

Este es un libro de esos que mejoran con cada lectura.

Post actualizado el 7 de enero de 2018 para incluir la edición en español de Fondo de Cultura Económica publicada en 2017. 

(c) de todas las ilustraciones de este post, Chris Van Allsburg, 1979.

4 comentarios:

  1. ¡Qué ganas de tocar la hierba! Me deleita tanto la atención que le prestas,prestáis a los detalles de las ilustraciones, esos personajes que con facilidad pueden pasar desapercibidos y que si pones mirada curiosa terminan por hacerse entrañables.

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  2. La verdad es que el detalle de las ilustraciones de este libro es tan obsesivo que asusta-encanta. Gracias por el comentario, ¡huracán!

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  3. Los textos de Van Allsburg son todos magníficos para leerlos en voz alta. A mi me gusta especialmente "La escoba de la viuda", puede que porque fue el primero que leí de él y a partir de ahí no pude dejar de buscar todos los demás. Otro de mis preferidos: "Los misterios del señor Burdick", aunque no para leer en voz alta, sino para imaginar en silencio.
    Tengo muchas ganas de que mi hijo (de dos meses) crezca solo un poco para poder empezar a leerle álbumes. Mil gracias por tu blog, es muy inspirador!

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  4. Muchas gracias, Anna, por tu comentario! La verdad es que nosotros tenemos únicamente éste y Jumanji de Chris Van Allsburg. Lo tenemos en la lista de pendientes de mirar, pero hay tantas tantas cosas en la lista de pendientes que parece que nunca llegamos. Poco a poco. Gracias por mencionar esos dos títulos en concreto. Los añadiremos a la lista también.
    Yo a mi hijo empecé a leerle álbumes con unos cuatro meses (los escogía con textos especialmente sonoros para que fuera un poco como una canción) y le encantaban. Es muy interesante también ver cómo su placer por un libro en concreto pasa por un gusto meramente auditivo a un gusto que progresivamente va incorporando más y más elementos de comprensión y de sofisticación. Gracias otra vez por el comentario y que disfrutes mucho leyéndole a tu hijo.
    Ellen

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