Y enseguida
otra incógnita, también repetida: maru, maru.
¿Será el nombre de un personaje? ¿será “Mamá”? ¿será una exhortación: “¡mira!
¡mira!”? ¿será “ojo”? ¿será “círculo”? ¿será varias de las opciones al mismo
tiempo? ¿un juego de palabras del que no comprendemos ninguno de los dos
elementos pero que reconocemos como juego? Y por un momento, en una tregua de
búsqueda de respuestas definitivas, nos relajamos y nos abandonamos a la
incertidumbre. Oímos la voz, la entonación, la música, el patrón, el ritmo. Nos
anticipamos a lo siguiente, lo empezamos a repetir en nuestra mente o incluso
en voz alta: maru, maru. ¿Y si en
este momento, para nosotros, en esta lectura concreta, “maru” significa todo lo
anterior? Personaje, Mamá, exhortación, ojo y círculo. ¿Y si abrazar la
incertidumbre, lejos de sumirnos en un abismo, nos abre posibilidades? ¿Y si
dejar de buscar nos ayuda a encontrar y a comprender, poco a poco, con calma,
con gozo?
En el segundo
bloque, El camaleón camaleónico de
Eric Carle nos ha centrado de nuevo más en la incertidumbre que en la certeza,
más en la pregunta que en la respuesta. ¿Qué no comprendemos del cuento, del
camaleón, de nosotros, de la felicidad, del deseo, del cambio, de la identidad?
Hemos tratado de seguir en ese estado de relajación frente a la incertidumbre
que nos permite alejarnos todo lo posible del impulso de adivinar y de hacer
adivinar la respuesta o el significado “correcto”, y centrarnos en lo que nos
provoca curiosidad acerca del cuento: lo que no comprendemos del todo bien, las
preguntas que nos provoca, las incertidumbres que nos revela. Esto nos ha
permitido ver la literatura como disparadora de
preguntas en lugar de como fuente de respuestas; como invitación a la
exploración de incertidumbres en lugar de como herramienta de transmisión de
mensajes o fuente de verdades. Como espacio para aprender de las incertidumbres
y de las preguntas propias y ajenas, para disfrutar de incertidumbres
compartidas.
Y luego llegó Al otro lado de Maurice Sendak: la última sacudida. ¿Nos gusta? ¿No nos gusta? ¿Qué nos
cuenta? ¿Qué nos pregunta? ¿Qué pensamos? ¿Qué pensarán? ¿Nos atrevemos a
compartirlo a pesar de la incertidumbre de lo que ocurrirá cuando lo
compartamos? ¿Cómo pasar del temor a la incertidumbre a la curiosidad a partir
de la incertidumbre?
Para cerrar, me
gustaría recuperar una de las reflexiones que publiqué a raíz de las intervenciones de las y los participantes en el grupo de Facebook sobre el Maru
maru pero que es un cierre apto para todo el módulo:
Disfrutar sin
necesidad de tener la respuesta es algo esencial en el proceso de lectura. Disfrutar de un vocabulario sonoro que
no entendemos del todo pero que no por ello resulta menos disfrutable,
disfrutar de cómo baila el significado de algo
dependiendo de nuestra comprensión en el momento dado,
disfrutar de algo que sabes que te queda grande, pero jugar a que te
queda bien ya o anticiparse al momento en que sí alcanzarás a entenderlo.
Disfrutar de la incertidumbre, de lo que está un poquito
más allá de nuestro alcance, de lo que no se comprenderá
del todo hasta leerlo unas pocas veces -o quizás nunca- tiene mucho que ver con
disfrutar de la literatura, a cualquier edad.
Está siendo un verdadero placer participar en este curso, tanto en la parte como profesora, como en la parte como alumna, con el estupendo contenido de mis compañeras (el curso sigue esta semana con el módulo de Elisa Yuste sobre Lectura en pantallas con los más pequeños).
Esta entrada está publicada en el blog del Centro Regional de Innovación y Formación "Las Acacias", organizador del curso junto al Laboratorio Emilia de Formación.
Esta entrada está publicada en el blog del Centro Regional de Innovación y Formación "Las Acacias", organizador del curso junto al Laboratorio Emilia de Formación.
Ellen Duthie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario