Neil Gaiman en la conferencia para The Reading Agency Foto de Robin Mayes. |
Lo cierto es hasta ahora no había tenido oportunidad de leerme con detenimiento la conferencia de Gaiman, pero al hacerlo, he querido traducirla, subtitularla y reproducirla aquí. Es una declaración de amor a las bibliotecas y a la lectura apasionada, perspicaz e inspiradora. Podéis seleccionar el idioma en la esquina inferior izquierda del vídeo. Abajo, el texto completo de la conferencia. Que la disfrutéis.
Traducción del texto íntegro de la conferencia de Neil Gaiman pronunciada el 14 de octubre de 2013 en el Barbican (Londres), bajo el auspicio de The Reading Agency.
Traducción del texto íntegro de la conferencia de Neil Gaiman pronunciada el 14 de octubre de 2013 en el Barbican (Londres), bajo el auspicio de The Reading Agency.
Traducción de Ellen Duthie para Lo leemos así.
Es importante que la gente te diga de qué lado está y por qué,
y si cabe la posibilidad de que puedan ser parciales. Así que voy a empezar hablándoos
de lectura. Os voy a contar que las bibliotecas son importantes. Voy a sugerir
que leer obras de ficción, leer por placer, es una de las cosas más importantes
que uno puede hacer. Voy a hacer una apasionada súplica para que las personas
comprendan qué son las bibliotecas y qué son los bibliotecarios, y para que se
conserven ambas cosas. Soy parcial, evidente y enormemente parcial: soy autor y,
muchas veces, autor de ficción. Escribo para niños y para adultos. Desde hace
unos 30 años me he estado ganando la vida mediante las palabras, principalmente
inventándome cosas y escribiéndolas. Es obvio que es de mi interés que la gente
lea, que lea ficción, que existan bibliotecas y bibliotecarios y que se ayude a
infundir un amor por la lectura y por los lugares en los que puede darse la
lectura.
Así que, como escritor que soy, soy parcial. Pero soy muchísimo, muchísimo
más parcial como lector. Y como ciudadano británico, más parcial todavía. .
Y aquí me tenéis pronunciando esta conferencia esta noche, bajo el auspicio
de The Reading Agency, una organización sin ánimo de lucro cuya misión es
proporcionar a todo el mundo igualdad de oportunidades en la vida, ayudándoles
a convertirse en lectores entusiastas y seguros de sí mismos. Es una
organización que apoya programas de competencia lectora, bibliotecas e individuos
y fomenta de forma clara y apasionada el acto de la lectura. Porque, según nos
cuentan, cuando leemos, todo cambia.
Esta tarde voy a hablar sobre ese cambio y sobre el acto de la lectura. Quiero hablar de lo que hace la lectura. De para qué sirve.
Una vez, asistí a una charla en Nueva York sobre la construcción de
cárceles privadas, una industria de gran proyección en América. El sector
carcelario tiene que hacer previsiones para su futuro crecimiento: ¿cuántas
celdas van a necesitar? ¿Cuántos prisioneros habrá dentro de 15 años? Y vieron
que lo podían predecir con mucha facilidad, aplicando un algoritmo bastante
sencillito, basado en la pregunta de cuántas personas de 10 y 11 años no sabían
leer. (Y mucho menos leer por placer).
No es una relación sencilla. No podemos decir que una sociedad competente
en lectura no tiene criminalidad. Pero las correlaciones son muy reales.
Y pienso que algunas de esas correlaciones, las más sencillas, provienen de
algo muy sencillo. La gente con buen nivel de competencia lectora lee ficción.
La ficción tiene dos usos. En primer lugar, es una puerta abierta a la
droga de la lectura. La fuerza motora de saber qué pasa a continuación, de
querer pasar la página, la necesidad de seguir leyendo, aunque sea difícil,
porque alguien está en apuros y tenemos que descubrir cómo va a acabar todo… ésa
es una fuerza motora muy real. Y nos obliga a aprender palabras nuevas, pensar
pensamientos nuevos y seguir adelante. Descubrir que la lectura es placentera en
sí misma. Una vez que aprendemos eso, estamos de camino a leerlo todo. Y la
lectura es la clave. Hace unos años se planteó brevemente la idea de que
estamos viviendo en un mundo post-lector, donde la capacidad de dar sentido a
la palabra escrita es de alguna forma redundante. Pero esos días pasaron: las
palabras son más importantes que nunca; navegamos el mundo con palabras y a
medida que el mundo se va trasladando a la Web, tenemos que seguir, comunicar y
comprender lo que estamos leyendo. Las personas que no se entienden entre sí
son incapaces de intercambiar ideas, no pueden comunicarse. Y los programas de
traducción no llegan a tanto.
La forma más sencilla de asegurarnos de que criamos a niños competentes
desde el punto de vista lector es enseñarles a leer y enseñarles que la lectura
es una actividad placentera. Y esto quiere decir, en su fórmula más sencilla,
encontrar libros de los que disfruten, darles acceso a estos libros y dejar que
los lean.
No creo que exista tal cosa como un mal libro para niños. De vez en cuando
aparecen modas entre los adultos, en las que se señala algún grupo de libros
infantiles, un género quizás, o un autor, y se declaran libros malos, libros
que los niños no deben leer. Lo he visto una y otra vez; Enid Blyton fue
declarada mala autora; también RL Stine fue declarado malo, y muchos otros. Se
ha llegado a decir que los comics fomentan la “analfabetización”.
Esto es una chorrada. Es
esnobismo y tontería. Ningún autor que guste a los niños y que los niños busquen es malo, porque
cada niño es diferente. Una idea trillada y gastada no está trillada ni gastada
para ellos. Es la primera vez que el niño se la encuentra. No desanimemos a los
niños de la lectura porque sintamos que están leyendo “lo equivocado”. La
ficción que no nos gusta es una ruta a otros libros que podamos preferir. Y no
todo el mundo tiene el mismo gusto que uno mismo.
Un adulto bien intencionado puede destruir el amor por la lectura de un
niño con mucha facilidad: no permitiéndoles leer lo que disfrutan; intentando
darles libros “respetables” pero aburridos; el equivalente del siglo 21 a la literatura “edificante” victoriana. Acabaremos
con una generación convencida de que leer es muy poco guay y, peor aún, de que
leer resulta desagradable.
Necesitamos incorporar a nuestros niños a la “escalera lectora”: cualquier
cosa de la que disfruten les permitirá ir subiendo peldaños hasta llegar a la competencia
lectora.
La segunda cosa que hace la ficción es desarrollar la empatía. Cuando ves
la tele o una película, ves cosas que ocurren a personas. La ficción en prosa
es algo que se construye a partir de las letras del alfabeto y un puñado de signos
de puntuación y nosotros, y sólo nosotros, usando nuestra imaginación, creamos
un mundo y lo poblamos y vemos las cosas a través de otros ojos. Es una
oportunidad para sentir cosas, visitar lugares y mundos que de otra forma puede
que jamás conoceríamos. Aprendemos que todas las demás personas que hay por ahí
afuera también son un “yo”. Somos otra persona y cuando volvemos a nuestro
propio mundo, estamos un poco cambiados.
La empatía es una herramienta para formar grupos a partir de personas, para
permitirnos funcionar como algo más que individuos obsesionados con nosotros
mismos.
Cuando leemos, también descubrimos otra cosa que es de vital importancia
para navegar por el mundo. Y es esto:
El mundo no tiene por qué ser así. Las cosas pueden ser distintas.
En 2007, asistí a la primera convención de ciencia ficción y fantasía aprobada
por el Partido en la historia de China. En un momento, conseguí apartar a un
alto oficial y preguntarle por la razón de esa desaprobación por ciencia
ficción durante tanto tiempo. ¿Y qué había cambiado ahora?
Es sencillo, me dijo. Los chinos eran brillantes fabricando cosas si otras
personas les traían los planos. Pero no
innovaban y no inventaban. No imaginaban. Así que enviaron una delegación a
Estados Unidos, a Apple, a Microsoft, a Google, e hicieron muchas preguntas a
las personas que estaban allí inventando el futuro. Eran preguntas sobre ellos
mismos y sus vidas. Y descubrieron que todos habían leído mucha ciencia ficción
en su infancia y adolescencia.
La ficción puede mostrarnos un mundo diferente. Puede llevarnos a un sitio
a donde nunca hemos ido. Una vez hemos visitado otros mundos, como aquellos que
han degustado las frutas de las hadas, nunca podemos estar del todo satisfechos
con el mundo en el que crecimos. El descontento es bueno: las personas
descontentas pueden modificar y mejorar sus mundos, dejarlos mejor, dejarlos
distintos.
Ya que hablamos del tema, me gustaría decir un par de cosas sobre el
escapismo. Es frecuente oír el término como si se tratara de algo malo. Como si
la literatura “escapista” fuera un opiáceo barato al que recurren los confundidos,
los tontos y los engañados, y que la única ficción que lo vale, tanto para
adultos como para niños, es la ficción mimética, un espejo de lo peor del mundo
en que se encuentra el lector.
Si estuviéramos atrapados en una situación imposible, con personas que nos
quisieran mal, y alguien nos ofreciera un escape temporal, ¿acaso no aceptaríamos
su oferta? Y la ficción escapista es justamente eso; ficción que abre una
puerta, muestra la luz del sol del exterior, nos da un lugar al que ir en el
que nosotros tenemos el control, estamos con personas con las que queremos
estar (y los libros son lugares reales, no lo dudéis por un solo momento); y,
lo que es más importante, durante ese escape, los libros también pueden darnos
conocimientos acerca del mundo y de nuestra problemática, darnos herramientas,
darnos armadura: cosas reales que podemos llevarnos con nosotros de vuelta a
nuestra prisión. Destrezas, conocimientos y herramientas que podemos utilizar
para escapar de verdad.
Como nos recordó JRR Tolkien, las únicas personas que vituperan la escapada
son encarceladores.
Otra forma de destruir el amor de un niño por la lectura, claro está, es
asegurarse de que no haya ningún libro de ningún tipo en ninguna parte. Y no
darles ningún sitio para leer esos libros. Yo tuve suerte. Tenía una excelente biblioteca local en el lugar donde me crié. Tenía el
tipo de padres a los que podía convencer para que me dejaran en la biblioteca
de camino al trabajo durante las vacaciones de verano y el tipo de personal
bibliotecario al que no importaba que un niño pequeño, sin acompañar, visitara
la biblioteca infantil todas las mañanas y rebuscara en el catálogo para
encontrar libros de fantasmas o magia o cohetes, buscando vampiros, detectives
o brujas o maravillas. Y cuando acabé con la sección infantil, empecé con los
libros para adultos.
Eran buenos bibliotecarios. Les gustaban los libros y les gustaba que se
leyeran los libros. Me enseñaron cómo pedir libros de otras bibliotecas
mediante préstamos interbibliotecarios.
No tenían ninguna actitud esnob acerca de lo que leía. Simplemente parecía
gustarles que hubiera un niño con los ojos bien abiertos al que encantaba leer
y me hablaban sobre los libros que leía, me buscaban otros libros de una misma
serie; me ayudaban. Me trataban como otro lector – ni más ni menos- lo cual
quiere decir que me trataban con respeto. No estaba acostumbrado a que me
trataran con respecto a la edad de ocho años.
Pero las bibliotecas son sobre todo centros de libertad. Libertad para
leer, libertad de ideas, libertad de comunicación. Son centros de educación
(que no es un proceso que acabe el día en que salimos de la escuela o de la
universidad), de entretenimiento, de espacios seguros y de acceso a
información.
Me preocupa que aquí en el siglo 21, la gente no entienda bien qué son las
bibliotecas y para qué sirven. Si percibimos una biblioteca como una estantería
de libros, parece que pueda ser un concepto anticuado o desfasado en un mundo
en el que la mayoría, pero no todos, de los libros en papel existen también en
formato digital. Pero eso es no entender nada.
Creo que tiene que ver con la naturaleza de la información. La información
tiene valor y la información correcta tiene un valor enorme. Durante toda la
historia de la humanidad, hemos vivido en un tiempo de escasez de información y
tener la información que se precisaba era siempre importante y siempre valioso:
cuándo sembrar, dónde encontrar cosas, mapas, historias y cuentos. La
información era algo valioso y los que la tenían o podían obtenerla podían
cobrar por el servicio.
En los últimos años, hemos pasado de una economía escasa en información a
una impulsada por un exceso de información. Según Eric Schmidt de Google, cada
dos días la raza humana crea tanta información como los humanos habían creado
desde el inicio de la civilización hasta el año 2003. Estamos hablando de cinco
exobytes de datos al día, para aquellos a los que les guste contar. El reto al
que nos enfrentamos ahora no es encontrar esa planta escasa que crece en el
desierto, sino encontrar una planta específica que crece en una jungla. Vamos a
necesitar ayuda para navegar esa información, para encontrar lo que realmente
necesitamos.
Las bibliotecas son lugares a las que las personas acuden para encontrar
información. Los libros son sólo la punta del iceberg de la información; allí
están y las bibliotecas pueden darnos libros de forma gratuita y legal. Más
niños que nunca están sacando libros de bibliotecas. Libros de todo tipo; en
papel, en digital y en audio. Pero las bibliotecas también son, por ejemplo,
lugares a los que personas que no tienen acceso a un ordenador, que quizás no
tengan conexión a Internet, pueden ir para conectarse de forma gratuita. Esto
es fundamental cuando el modo en que buscamos empleo, enviamos solicitudes de
empleo o solicitamos ayudas sociales depende cada vez más de tener acceso a Internet.
Los bibliotecarios pueden ayudar a las personas a navegar ese mundo.
No creo que todos los libros vayan a pasar a pantalla ni que deban hacerlo:
como me comentó una vez Douglas Adams más de 20 años antes de que apareciera el
Kindle, un libro físico es como un tiburón. Los tiburones son antiguos: había
tiburones en el océano antes de que llegaran los dinosaurios. Y la razón por la
que siguen habiendo tiburones es que los tiburones hacen mejor de tiburón que
ningún otro animal. Los libros físicos son duros, difíciles de destruir,
resistentes a la bañera, son gustosos al tacto: se les da bien ser libros; y
siempre habrá un lugar para ellos. Las bibliotecas son su hogar, al igual que
las bibliotecas ya se han convertido en lugares a los que acceder a libros
electrónicos, audiolibros, DVDs y contenido Web.
Una biblioteca es un lugar que es un archivo de información y da a todos
los ciudadanos acceso igualitario al mismo. Esto incluye información sobre
salud e información sobre salud mental. Es un espacio comunitario. Es un lugar
seguro, un refugio del mundo exterior. Es un lugar con bibliotecarios en su
interior. Lo que deberíamos estar imaginando ahora es cómo serán las bibliotecas
del futuro.
La competencia lectora es más importante que nunca, en este mundo de mensajes
de texto y correos electrónicos, un mundo de información escrita. Necesitamos
leer y escribir, necesitamos ciudadanos globales que estén cómodos leyendo, que
comprendan lo que leen, que comprendan los matices y que se hagan comprender.
Las bibliotecas realmente son las puertas al futuro. Por eso no deja de ser
desafortunado ver que en todo el mundo las autoridades locales aprovechan la más
mínima oportunidad para cerrar bibliotecas como una forma fácil de ahorrar
dinero, sin darse cuenta de que están robando al futuro para pagar por hoy. Se
están cerrando unas puertas que deben permanecer abiertas.
Según un estudio reciente de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico, Inglaterra es el “único país donde el grupo de edad más
mayor tiene mayor competencia lectora y numérica que el grupo de menor edad,
después de tener en cuenta otros factores como género, entorno socio-económico
y tipo de ocupación".
O, para expresarlo de otro modo, nuestros hijos y nuestros nietos tienen
menor competencia lectora y numérica que nosotros. Son menos capaces de navegar
el mundo, de comprenderlo para resolver problemas. Se les puede mentir y
engañar con mayor facilidad, serán menos capaces de cambiar el mundo en el que
se encuentran, serán menos empleables. Todo esto.
Y como país, Inglaterra se quedará a la zaga de otras naciones
desarrolladas porque carecerá de una fuerza de trabajo con las competencias
necesarias.
Los libros son la forma en que nos comunicamos con los muertos. El modo en que
aprendemos lecciones de aquellos que ya no están con nosotros, el modo en que
la humanidad se ha desarrollado, ha progresado, y ha hecho que el conocimiento
sea algo incremental en lugar de algo que debamos reaprender una y otra vez. Hay
cuentos que son más antiguos que la mayoría de los países, cuentos que han
perdurado más que las culturas y los edificios en los que se contaron por
primera vez.
Creo que tenemos responsabilidades con respecto al futuro. Responsabilidades
y obligaciones hacia los niños, hacia los adultos en los que se convertirán
esos niños, hacia el mundo que habitarán. Todos nosotros – como lectores, como
escritores y como ciudadanos – tenemos obligaciones. Voy a tratar de enumerar
algunas de esas obligaciones aquí.
Creo que tenemos la obligación de leer por placer, en espacios privados y
públicos. Si leemos por placer, si otros nos ven leyendo, aprendemos,
ejercitamos nuestra imaginación. Mostramos a otros
que leer es bueno.
Tenemos la obligación de apoyar a las bibliotecas. De usar las bibliotecas,
de animar a otros a que usen las bibliotecas, de protestar por el cierre de
bibliotecas. Si no valoramos las bibliotecas, no valoramos la información ni la
cultura ni la sabiduría. Silenciamos las voces del pasado y perjudicamos el
futuro.
Tenemos la obligación de leer en voz alta a nuestros hijos. Leerles cosas
que disfruten. Leerles cuentos que a nosotros nos cansan ya. De poner voces, de
hacerlos interesantes y de no dejar de leerles simplemente porque hayan
aprendido a leer por sí mismos. De usar los momentos de lectura en voz alta como
momentos para estrechar nuestra relación, como momentos cuando no estamos
pendientes del móvil, cuando las distracciones del mundo se aparcan.
Tenemos la obligación de usar el lenguaje. De ir más allá: de descubrir qué
significan las palabras y cómo usarlas, de comunicarnos con claridad, de
expresar justo lo que queremos decir. No debemos tratar de congelar el
lenguaje, pretender que sea una cosa muerta a la que reverenciar, sino que
debemos usarlo como algo vivo, que fluye, que toma prestadas palabras, que
permite que los significados y las pronunciaciones cambien con el paso del
tiempo.
Los escritores – especialmente los escritores para niños, pero todos los
escritores- tenemos una obligación hacia nuestros lectores; es la obligación de
escribir cosas verdaderas, lo cual es especialmente importante cuando creamos
historias de personas que no existen en lugares que nunca fueron. Debemos comprender
que la verdad no es lo que ocurre sino lo que nos dice acerca de quiénes somos.
La ficción es la mentira que cuenta la verdad, al fin y al cabo. Una de las
mejores curas para el lector reacio, a fin de cuentas, es un cuento que no
pueda dejar de leer. Y aunque debemos contar a nuestros lectores cosas
verdaderas y darles armas y armadura y transmitirles la sabiduría que hayamos
ido recopilando en nuestra corta estancia sobre este mundo verde, tenemos la
obligación de no predicar, de no sermonear, de no introducir a la fuerza por el
gaznate de nuestros lectores moralejas y mensajes predigeridos, como los
pájaros adultos alimentan a sus bebés con gusanos premasticados; y tenemos la
obligación de nunca, jamás, bajo ninguna circunstancia, escribir nada para
niños que no quisiéramos leer nosotros mismos.
Tenemos la obligación de comprender y de reconocer que como escritores para
niños estamos haciendo una labor importante, porque si la fastidiamos y
escribimos libros aburridos que hacen que los niños salgan espantados de la
experiencia lectora, habremos mermado nuestro propio futuro y reducido el suyo.
Todos nosotros – adultos y niños, escritores y lectores- tenemos la
obligación de soñar despiertos. Tenemos la obligación de imaginar. Es fácil
hacer como si nadie pudiera cambiar nada, como si estuviéramos en un mundo en
el que la sociedad es tan enorme que el individuo es menos que nada: un átomo
en una pared; un grano de arroz en un arrozal. Pero lo cierto es que los
individuos cambian su mundo una y otra vez, los individuos hacen el futuro y lo
hacen imaginando que las cosas pueden ser distintas.
Echad un vistazo a vuestro alrededor. Parad por un momento y mirar la habitación
en la que os encontráis. Voy a señalar
algo tan evidente que suele olvidarse. Es esto: todo lo que veis, incluidas las
paredes, fue, en algún momento, imaginado. Alguien decidió que era más fácil
sentarse en una silla que en el suelo e imagino la silla. Alguien tuvo que
imaginar la manera de que yo pueda hablar con vosotros ahora mismo en Londres
sin que nos llueva encima a todos. Esta habitación, y las cosas en ella, y
todas las demás cosas en este edificio, esta ciudad, existen porque, una y otra
vez, algunas personas imaginaron cosas.
Tenemos la obligación de hacer que las cosas sean bellas. De no dejar el
mundo más feo de lo que nos lo encontramos, de no vaciar los océanos, de no
dejar nuestros problemas para la siguiente generación. Tenemos la obligación de
recoger nuestra basura y nuestro desorden, y de no dejar a nuestros hijos un
mundo echado a perder, timado y mutilado.
Tenemos la obligación de decir a nuestros políticos lo que queremos, de
votar en contra de políticos de cualquier partido que no entiendan el valor de
la lectura en la formación de ciudadanos que valen la pena, que no quieran
actuar para preservar y proteger el conocimiento y fomentar la competencia
lectora. No es cuestión de política de partido. Es cuestión de
humanidad común.
A Albert Einstein se le preguntó una vez cómo podíamos hacer más
inteligentes a nuestros hijos. Su respuesta fue
al mismo tiempo sencilla y sabia. “Si queréis que vuestros hijos sean
inteligentes”, dijo, “leédles cuentos de hadas. Si queréis que sean más
inteligentes, leédles más cuentos de hadas." Comprendía el valor de la
lectura, de la imaginación.
Espero que podamos dar a nuestros niños y niñas un mundo en el que lean, en
el que se les lea, en el que imaginen y en el que comprendan.
Traducción del texto íntegro de la conferencia de Neil Gaiman pronunciada el 14 de octubre de 2013 en el Barbican (Londres), bajo el auspicio de The Reading Agency.
Traducción de Ellen Duthie para Lo leemos así.
Gracias por tu interés y tiempo al traducirla, es una declaración valiosa, totalmente enriquecedora para los confundidos. Yo amo todo libro. Saludos, cuídate Duthie.
ResponderEliminarEs un regalo magnífico este que nos haces habiendo traducido el texto y poderlo ver en el vídeo con subtítulos. Y en la conferencia no sobra nada, importantísimo todo para los tiempos que corren tan negro para las bibliotecas.
ResponderEliminarGracias por compartir y por la traducción, sin lo cual no hubiera podido apreciar la conferencia.
ResponderEliminarTrabajo con padres y educadores y desde siempre estuve en contra de los libros sermoneadores, que intentan dejar "enseñanzas" y "valores" que tanto gustan a padres y educadores. Como va el mundo, es obvio que no sirven para nada, sólo para quitarnos las ganas de leer. Me dio placer encontrar mejores palabras y argumentos más poéticos para mi propia manera de pensar.
Los niños perciben inmediatamente que esas lecturas tienen la perversa intención de "controlarlos" y ponerlos al servicio del niño ideal, esperado, que tienen los adultos en su cabeza y, con mucha razón, se resisten.
La lamentable consecuencia es que, con ello, les quitan las ganas de leer y se fastidian con quienes se los imponen. Lo malo es que, la más de las veces, ese fastido les dura toda la vida y toda la vida de sus propios hijos.
poderoso!!!, no pude mas que quedarme asombrado de cuestiones tan obvias, que una las deja de lado y no creemos que sea tan importante, como padre, me ha dejado que pensar, eso es lo importante, en este momento para mi, y no queda mas que compartirlo con las personas que me rodean :D
ResponderEliminarMuchas gracias, es una joya.
ResponderEliminarMuchísimas gracias! Es una maravilla!
ResponderEliminar¿Sabéis si el audio se puede descargar de algún sitio? Me gustaría mucho tenerlo...
¡Muchas gracias por compartirlo! Valiosísimo.
ResponderEliminarMenudo curro, muchas gracias
ResponderEliminarUn blog estupendo, que transmite amor por los libros.
ResponderEliminarMuchas gracias por la traducción. La verdad sus palabras no tienen desperdicio.
ResponderEliminarmuchisimas gracias por la traducción. Una conferencia sublime
ResponderEliminarMil gracias por el trabajo de traducción! Es un texto genial. GRACIAS!
ResponderEliminarMuchísimas gracias por traducirlo y difundirlo. Es un estupendo regalo
ResponderEliminarMe ha encantado! Estoy totalmente de acuerdo, y me alegro de que a mi hija de 4 años le gusten tanto los cuentos y que se los leamos todas las noches. A ver si por fin se dan cuenta los políticos de lo importante que son las bibliotecas!
ResponderEliminarEstrella
ResponderEliminarMuchas Gracias por este valioso regalo en este día de no cumpleaños
Muchas gracias por compartir. magnifica conferencia.
ResponderEliminarMuchas gracias Ellen Duthie por tu trabajo y por compartirlo. Me ha encantado conocer a Neil Gaiman.
ResponderEliminarPrecioso regalo para nuestros hijos, futuro del planeta!!
ResponderEliminarEn verdad aprecio el esfuerzo de traducirlo y compartirlo. ¡Excelente trabajo el tuyo y excelente Gaiman! Es simple sentido común, pero hace que se vea novedoso y revelador... ¡Muchísimas gracias!
ResponderEliminarComo profesional que trabaja en una biblioteca me ha encantado esta entrada y lo dicho por Gaiman...Tb he decubierto este blog tan interesante. Si no te importa me gustaria compartir toda la informacion que aqui has vertido en un blog que acabo de crear: Muchas gracias!!!
ResponderEliminarMuy bien planteado lo de la traducción.
ResponderEliminarPara todos aquellos que os interese este autor, Neil Gaiman, os comento que se acaba de publicar un cómic llamado "Misterios de un asesinato" con un guión suyo.
¡Buenos días!
ResponderEliminarOs escribo desde Metaforic Club de Lectura, un nuevo servicio de lectura digital por suscripción -dirigido a niños y jóvenes de entre 6 y 18 años- que se encuentra en pleno proceso de lanzamiento.
Sólo robaros un minuto para comentaros que citamos vuestro post "Neil Gaiman: Tenemos la obligación de leer en voz alta a nuestros hijos, de poner voces" en una entrada que colgamos en nuestro blog basado en cómo fomentar la lectura en los niños y niñas, dado que lo utilizamos para contrastar y completar nuestras ideas: https://blog.metaforic.es/como-fomentar-la-lectura-en-los-ninos/
Sin más, agradeceros que colguéis contenido tan interesante (y no sólo me refiero a ese post en concreto :)).
Encantada de saludaros.
Para cualquier cosa, no dudéis en poneros en contacto con nosotros.
Gracias infinitas por traducirlo y compartirlo.
ResponderEliminarUna joya de post! Bravo!
ResponderEliminarExcelente entrada!
ResponderEliminarMil gracias!
Gracias por compartirlo
ResponderEliminarGenial!!!!
ResponderEliminarrobaros un minuto para comentaros que citamos vuestro post "Neil Gaiman: Tenemos la obligación de leer en voz alta a nuestros hijos, de poner voces" en una entrada que colgamos en nuestro blog basado en cómo fomentar https://wikitree.es/que-fue-el-imperio-carolingio/
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