Hoy en el diario The Guardian, se publica un capítulo inédito de Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl, parte de uno de los primeros borradores de la obra que realizó el autor. Como vemos, muchos detalles cambiaron en la versión final. Además de los nombres de los personajes, aquí era la madre la que acompañaba a Charlie a la fábrica y los Umpa Lumpas eran en esta versión simples señores.
A continuación, una traducción de este "nuevo" capítulo para vuestro deleite. A mi hijo le ha encantado pensar en el proceso de escritura que lleva una novela y todos los cambios que puede haber entre borrador y borrador hasta la versión final
La traducción es mía, hecha a prisa, pero suficientemente decente para disfrutarla. ¡Que la disfrutéis, pues!
La montaña de caramelo
A los ocho niños que quedaban, con sus madres y padres, los llevaron de nuevo al larguísimo pasillo blanco.
"¿Cómo estarán ahora Augustus Pottle y Miranda Grope?" preguntó Charlie Bucket a su madre.
"Pues habrán dejado de hacerse los gallitos, digo yo", contestó la señora Bucket. "Ven, dame la mano, cariño. Así. Agárrate fuerte y no te sueltes. Y ni se te ocurra tampoco hacer ninguna tontería en este lugar, ¿de acuerdo? No vaya a ser que te succione alguna de esas horribles tuberías o te ocurra algo incluso peor. ¿Quién sabe?"
El pequeño Charlie se agarró con más fuerza a la mano de la señora Bucket mientras avanzaban por el interminable pasillo. Pronto llegaron a una puerta, en la que había un cartel que decía: SALA DE CARAMELO DE VAINILLA
"Aquí es donde fue parar Augustus Pottle, ¿no?", dijo Charlie Bucket.
"No", le aclaró el señor Wonka. "Augustus Pottle está en la Sala de Caramelo de Chocolate. Aquí lo que hay es vainilla. Entren. Entren todos y echen un vistazo."
Entraron en otra sala cavernosa y, una vez más, lo que vieron los deslumbró.
En el centro de la sala había una montaña de verdad: una enorme montaña escarpada, tan alta como un edificio de cinco plantas. Toda ella estaba hecha de caramelo
cremoso de vainilla, de color marrón claro. Por todos los lados de la montaña, cientos de hombres trabajaban duro con picos y taladros, extrayendo enormes pedazos de caramelo de la montaña. Algunos de ellos, los que estaban más arriba, en las zonas más peligrosas, llevaban arneses de seguridad.
Según se iban soltando los enormes pedazos de caramelo, iban cayendo y rebotando montaña abajo hasta el suelo, donde unas grúas con cubos recogedores los agarraban y depositaban en vagones sin techo. Era una fila interminable de vagones (eran como los de ferrocarril, pero más pequeños) que se llevaban el caramelo a la otra punta de la sala y luego desaparecían por un agujero en la pared.
"¡Es todo caramelo!" dijo el señor Wonka grandiosamente.
"¿Podemos escalar hasta la cima?" gritaron los niños, saltando de la emoción.
"Sí, si tenéis cuidado," dijo el señor Wonka. "Subid por ese otro lado, donde no hay hombres trabajando. Así no os caerá encima ningún pedazo de caramelo."
Así que los niños lo pasaron de miedo subiendo corriendo hasta la cima de la montaña y volviendo a bajar a toda leche. Por todo el camino de subida y de bajada iban recogiendo trocitos de caramelo y zampándoselos.
"Pues yo me voy a subir a uno de esos vagones", dijo un niño un tanto chulito, de nombre Wilbur Rice.
"¡Y yo! ¡Y yo!" gritó otro niño que se llamaba Tommy Troutbeck.
"No, os lo ruego. ¡No hagáis eso!" dijo el señor Wonka. "Esos cacharros son peligrosos. Os podrían atropellar."
"Mejor no, Wilbur, cariño," dijo la señora Rice (la madre de Wilbur).
"Tú tampoco lo hagas, Tommy," le dijo a Tommy su madre, la señora Troutbeck. "Este señor dice que es peligroso."
"¡Paparruchas!" gritó Tommy Troutbeck. "¡Paparruchas!"
"¡El viejo Wonka éste está como una cabra!" dijo Wilbur Rice, y los dos niños avanzaron corriendo y se subieron de un salto a uno de los vagones en movimiento. Se encaramaron hasta arriba y se sentaron encima de la carga de caramelo.
"¡Eeeeh! ¡Miradnos!" gritó Wilbur Rice.
"Próxima parada: ¡Chicago! cantó Tommy Troutbeck, moviendo los brazos.
"En eso se equivoca," dijo el señor Wonka en voz baja. "La próxima parada, desde luego que no es Chicago."
"¡Qué chico, nuestro Wilbur!", dijo el señor Rice (el padre de Wilbur) orgulloso. "Siempre con sus trastadas."
"¡Wilbur!" gritó la señora Rice, mientras el vagón cruzaba disparado la habitación. "¡Bájate ahora mismo" ¿Me oyes?"
"¡Tú también, Tommy!" gritó la señora Troutbeck. "Vamos, ¡abajo! ¡Quién sabe a donde se dirige ese cacharro!"
"¡Wilbur!" ´gritó la señora Rice. "¿Te quieres bajar de... ese.. ¡Dios mío! ¡Ha atravesado un agujero en la pared!"
"No digáis que no se lo advertí," declaró el señor Wonka. "Sus hijos no son particularmente obedientes, ¿verdad que no?"
"¿Pero adonde se ha ido?" dijeron ambas madres al unísono. ¿Qué es lo que hay al otro lado de ese agujero?"
"Ese agujero", explicó el señor Wonka, "lleva directamente a lo que nosotros llamamos la Sala de moler y de cortar. Dentro de esa sala, los vagones descargan el caramelo en bruto en la boca de una enorme máquina. Esta máquina se encarga de machacar el caramelo y molerlo hasta que se queda perfectamente suave y fino. Después, descienden un centenar de cuchillas que hacen ¡zas! ¡zas! ¡zas! y lo cortan en perfectos cuadraditos, listos para su venta en tiendas."
"¡Cómo se atreve"" chilló la señora Rice. "Me niego a permitir que a nuestro Wilbur le troceen en cuadraditos perfectos."
"¡Lo mismo digo de Tommy!, gritó la señora Troutbeck. "¡Ningún hijo mío va a acabar en el escaparate de una tienda en forma de caramelo de vainilla! ¡Ya llevamos demasiado dinero invertido en su educación como para echarlo todo a perder!"
"Desde luego," dijo el señor Troutbeck. "¡No trajimos aquí a Tommy para que alimentara usted a su asquerosa máquina de caramelo! ¡Vinimos aquí para que su máquina de caramelo lo alimentara a él! Se ha confundido usted un poco, ¿no?, señor Wonka? ¿No es al revés? ¿Eh? ¿Eh?"
"Desde luego!" dijo la señora Troutbeck.
"Bueno, bueno," murmuró el señor Willy Wonka tratando de calmar los ánimos. "Bueno, bueno, cálmense todos, por favor. Si los cuatro progenitores afectados acompañan a mi ayudante, éste les conducirá directamente a la sala donde le esperan sus hijos. Verán, tenemos un gran colador de alambre especialmente diseñado para atrapar a los niños antes de que caigan a la máquina. Siempre funciona. Al menos hasta ahora ha funcionado siempre."
"No sé, no sé... ," dijo la señora Troutbeck.
"Yo tampoco," dijo la señora Rice.
Y en lo alto de la montaña, uno de los trabajadores alzó la voz y cantó:
"Ocho niñitos, ocho, encantadores como veis. Pero dos dijeron "paparruchas" y se quedaron solo en seis."
• "Fudge Mountain" ("Montaña de caramelo") es un capítulo inédito de Charlie y la fábrica de chocolate de Roald Dahl; ©1964. Impreso hoy 30 de agosto, 2014, en The Guardian.
• El Roald Dahl Museum and Story Centre en Great Missenden, donde Roald Dahl vivió y trabajó alberga manuscritos y muchos otros tesoros de su archivo.
Que bueno poder leer este fragmento, me encantó. Gracias por compartirlo!
ResponderEliminarSuper chulo!! Me encantoooo gracias.
ResponderEliminarGracias me gusto poder leer este fragmento es importante para mi
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