domingo, 31 de mayo de 2020

Personajes que tienen ideas en la cabeza. Una conferencia sobre la obra de Christine Nöstlinger


Di esta conferencia el 1 de junio de 2019 en las XV Jornadas de Animación a la Lectura, invitada por Federico Martín Nebrás y por la Asociación Cultural Pizpirigaña. Todos los años, el primer fin de semana de junio, tienen lugar estas jornadas que se celebran literalmente en un bosque. Me encantan estas conferencias porque me obligan a prepararme basándome únicamente en el uso de la palabra (sin apoyo visual ninguno; aquí no hay powerpoint que valga y si quieres mostrar un libro, es improbable que los de la fila de atrás de los varios cientos de personas asistentes vean algo. 

Este año, como tantas otras cosas, estas Jornadas únicas se han debido cancelar (con suerte, postponer) debido a la pandemia. Hubiera estado otra vez este año ahí y como no es posible, os invito a cerrar los ojos e imaginaros en medio de un bosque, y escuchar o leer esta ponencia PERSONAJES QUE TENEN IDEAS EN LA CABEZA, sobre la obra de Christine Nöstlinger, e imaginar que estáis ahi. Lo que no puedo reproducir son los comentarios de Federico Martín Nebrás (¿cómo consique ser al mismo tiempo tan impertinente como pertinente), que siempre le añaden ese sabor especial y enriquecen con sus conocimientos literarios pero también personales de tantas grandes figuras de la literatura infantil. Esos, os los tendréis que imaginar. Que lo disfrutéis en el audio que he preparado, con una narración a partir del texto de la conferencia, con pajaritos incluidos, o en el texto, que transcribo abajo. 

 




TRANSCRIPCIÓN (Descargar en formato pdf

Hola y muy buenos días. Sobre todo, gracias por madrugar.

Muchas gracias, Federico, por la invitación, otro año más a este bosque. ¡Y ya van cuatro!

Haciendo recuento, en este bosque he hablado de Maurice Sendak, de Arnold Lobel, de William Steig, ayer por la tarde de John Burningham y hoy le toca a Christine Nöstlinger. Entonces este año doy un doble salto de género. Paso al género femenino, después de tanto hombre, y paso al género de la novela, después de tanto álbum ilustrado.

En cuanto al género femenino, en la obra de Nöstlinger constituye un interés específico, le interesan las mujeres. Y presta una atención específica a las mujeres como personajes, que tienen ideas en la cabeza, que tienen dudas, que observan como protagonistas activas o pasivas las nuevas oportunidades que se abren con la emancipación de la mujer, y reflexionan también sobre las presiones que llegan con esas oportunidades, de lo que se sacrifica y lo que se gana quedándose en casa, de lo que se sacrifica y lo que se gana saliendo a trabajar, teniendo hijos, no teniéndolos, pasando tres kilos de lo que se supone que debe ser una mujer, o no.

En cuanto al paso al género de la novela, si hasta ahora había hablado de autores-ilustradores, donde el peso de la imagen era primordial, aquí pasamos a la palabra como sostén único de significado y de mundos creados.

Este papel central de la palabra no sólo tiene que ver con el género de la novela y el cuento en general, sino también concretamente con el peso específico de la palabra en las novelas y los cuentos de Nöstlinger. Los paisajes de Nöstlinger están compuestos de sus personajes, de lo que dicen, de lo que piensan, de sus palabras. Esos son sus paisajes. Sus mundos, los mundos de Nöstlinger se construyen a partir de diálogos entre los personajes y a partir de reflexiones – esas ideas en la cabeza- de sus personajes. A partir de la palabra, siempre. No es una escritora visual en este sentido, cinematográfica, si queremos llamarlo así. No es eso. Hay libros que al leerse generan imágenes visuales constantemente, pero las imágenes de Nöstlinger tienen algo más mental que visual. No sé si estoy usando el vocabulario adecuado, pero son íntimas, son complejas, son verbo.

Antes de arrancar, relacionado con este asunto de la centralidad de la palabra en Nöstlinger, me gustaría hacer una aclaración en forma de pregunta, para pensarla, para tenerla en cuenta. En el programa de estas Jornadas aparezco descrita como especialista en la obra de Christine Nöstlinger. Pues bien, quisiera aclarar que esto no es así. Y no es por hacerme de menos, ni por falsa modestia, sino por una cuestión que me parece importante, sobre la que llevo preguntándome desde que me vi descrita de esa manera. Y la pregunta es esta: ¿es posible ser especialista en una autora cuya obra está escrita en un idioma que no hablas, ni siquiera lees?

Para Christine Nöstlinger, la literatura es mundo transformado en lenguaje. O al menos es lo que ella trata de hacer en su literatura: “transformar trozos de mundo en lenguaje”, dice. Si es así, y si esto es lo que hace en sus libros, ¿es posible ser especialista en una obra cuya autora describe como trozos de mundo transformado en lenguaje cuando desconoces las especificidades del idioma en el que ella crea ese lenguaje?

Leyendo a Nöstlinger, en sus traducciones al español (en inglés está mucho, mucho menos traducida que en español, curiosamente), muchas veces lo dudo. Siento que me faltaría un conocimiento del alemán, un oído alemán, para apreciarla en todo su esplendor, para entender ciertos matices, la elección de determinadas palabras.  Para valorar si esa frase es chocante porque venía ya chocante del original, o si es un efecto de la traducción. Si “criatura”, por ejemplo, que es como se llama a sí misma Berti Bartolotti en la traducción española de Konrad o el niño que salió de una lata de conservas, si “criatura” ese nombre que tanto se relaciona con este personaje en español, si “criatura” es realmente la mejor traducción de Liebes kind (querida hija, querida niña). ¿No? Cuando leo en inglés y me hago estas preguntas, tengo respuestas o al menos las puedo pensar. Para hacer lo mismo en alemán, me falta información.

Por otro lado, al no leer alemán, tampoco puedo leer sus memorias, publicadas en 2013 y tituladas La felicidad es un momento, que solo están disponibles en alemán, y no han sido traducidas a ningún otro idioma. 

Entonces, no me puedo considerar especialista.


Pero sí lectora amorosa, que lee con ojos atentos y mente alerta en la medida en que me es posible. Una lectora que no puede evitar tener ideas en la cabeza, siempre, siempre que lee un libro de Christine Nöstlinger. Y algunas de esas ideas que me pasan por la cabeza a mí al leer a Nöstlinger, espero poder compartirlas aquí hoy.

Christine Nöstlinger nació en pleno austrofascismo, en 1936, en un barrio de clase obrera en las afueras de Viena. Su madre trabajaba en una escuela infantil y su padre era relojero, aunque en aquel momento, cuando nació Christine, desempleado, como tantas otras personas. Por eso, por esa circunstancia, Christine tuvo una experiencia que era una excepción en aquellos días, mucho más aún de lo que sigue siendo una excepción hoy. Fue su padre el encargado de vestirla, de darle de comer y de cantarle nanas para dormirse. Cuando Christine tenía dos años, Adolf Hitler entró en Austria y cuando tenía tres, su padre tuvo que irse a Polonia y a partir de ahí marchar casi hasta Moscú a pie. Durante seis largos años, cuenta Christine que “estuvo despojada de él, de la persona a la que me sentía más unida y a quien amaba fervorosamente”.

A partir de su quinto año de vida, era ya una costumbre incorporada a la cotidianeidad correr a refugiarse en el sótano más cercano a la espera de que la sirena antiaérea anunciara que las fuerzas enemigas ya habían pasado- por el momento- y que volvía a ser seguro salir a la superficie. Dos veces una bomba cayó en la casa en cuyo sótano se escondía. En una de esas ocasiones, el sótano se derrumbó y tuvieron que rescatar de los escombros a las personas que se refugiaban en su interior, entre ellas Christine. Tuvo que esperar hasta los 9 años a que el Ejército Rojo liberara Viena y por fin le fuera devuelto su querido padre.

“Creo” dijo Nöstlinger en la conferencia de aceptación del premio Astrid Lindgren, “que haber pasado dos tercios de la infancia bajo una dictadura y en una guerra deja su huella en las personas”. En el caso concreto de Christine, su experiencia tenía además otro aspecto interesante. Todas las personas con las que se relacionaba eran antifascistas.

Ella lo explica muy bien: “Simplemente comprendí”, dice, “que nuestro país estaba gobernado por “criminales”, que la guerra había que perderla y cuanto antes mejor, que no debíamos creernos los ideales y valores que la “Señorita” quería inocularnos en la escuela y, sobre todo, que no debía decir ni una palabra de todo esto fuera de casa para no poner en peligro las vidas de Madre, Abuelo y Abuela.”

¿No? La vida de su padre ya corría peligro en algún lugar en Rusia y eso ya era suficiente.

Cuenta que su abuelo le hablaba a menudo de la “democracia” y que a través de sus historias, ella imaginaba que la democracia sería un paraíso, que llegaría bañándoles a todos en justicia, libertad y solidaridad. Pero cuando por fin llegó, no fue tanta liberación como la que esperaba.

De nuevo lo explica ella: “A ninguno de los nazis que yo conocía le metieron en la cárcel, a los judíos que sobrevivieron al Shoa no les hicieron sentir bienvenidos y la “Seño”, que había estado tratando de adoctrinarnos durante tres años con ideología nazi, ahora, sin el más mínimo sonrojo, nos hablaba de las bendiciones de la democracia y todos los días expresaba su ferviente gratitud a nuestros liberadores americanos (el hecho de que la URSS había desempeñado un papel tremendo en la liberación de mi hogar parecía pasarlo por alto).”

¿Es de extrañar entonces, que Christine, tras vivir todas estas experiencias, practicara con cierta naturalidad el escepticismo, cuestionara la autoridad, desconfiara de la opinión de la mayoría, y defendiera a las minorías frente a los injustos? O que al menos estas actitudes se integraran en toda su literatura dirigida a todas las edades, desde sus libros para primeros lectores hasta sus libros para adolescentes ya creciditos.

En una ocasión, al preguntarle Maite Ricart en una entrevista para la revista CLIJ si consideraba que había tenido una infancia feliz, Nöstlinger dijo: “Desde un punto de vista objetivo, se puede decir que tuve una infancia ideal porque, entre otras cosas, mis padres jamás me pegaron, que es más de lo que pueden decir los de mi generación. Tampoco sentí que mis padres me quisieran más o menos en función de mi comportamiento o que tuviera que ganarme su cariño. Pero, subjetivamente, el recuerdo que tengo es negativo. Me sentía injustamente tratada y, a veces, también coartada en mi libertad.”

Son importantes estos dos aspectos de su infancia, el primero relacionado con el efecto de los desarrollos políticos y el clima político sobre los niños, y el segundo relacionado con el clima familiar y la soledad de la infancia, -irrespectivamente de lo buena y cariñosa que sea tu familia, la infancia tiene momentos intensos de soledad y de sentir que se está sola o solo en la batalla-. Estos dos aspectos dan unas claves fundamentales para leer la obra de Nöstlinger y sientan las bases para un juego entre política y familia que atraviesa toda su obra, tanto la obra para pequeños como la obra para adolescentes.

Un ejemplo de este paralelismo lo encontramos en Me importa un comino el rey pepino donde un planteamiento fantástico sirve para iluminar conflictos reales cotidianos.

Me importa un comino el rey Pepino de Christine Nöstlinger ...

En este libro Wolfi Holglemann y su familia viven una vida perfectamente ordinaria hasta que el Rey Pepino irrumpe repentinamente en sus vidas proveniente del sótano de la casa, alegando haber sido desterrado por sus súbditos patatescos, rogando a la familia asilo político. El padre es partidario de hacer pagar a los insurrectos y devolver al rey a su reino, mientras que los hijos mayores lo ven más bien del lado de los súbditos rebelados. La irrupción del rey autoritario en el hogar de los Hogelmann es el trasfondo perfecto para una comedia loca y reveladora sobre la vida familiar.

Es interesante cómo se establece este paralelismo entre política y familia en la obra de Nöstlinger. Y sería tentador interpretar Me importa un comino el rey pepino como una gran alegoría de verdades políticas, instrumentalizada a través de ese paralelismo entre familia y política. Pero, a Nöstlinger no le interesa tanto instruir a sus lectores sobre luchas entre el proletariado y la clase dominante o exponer una visión política a través de las relaciones familiares. Es interesante mirarlo más bien a la inversa, como propone Nancy Tillman Fetz en su artículo sobre fantasías emancipatorias (ver bibliografía): “hace uso de la acción política entre el pueblo pepino para arrojar luz sobre la política de la familia. La analogía de las realidades políticas y familiares muestran cómo los modelos autoritarios del pasado político han sobrevivido en la familia actual y hace inmediata y reconociblemente relevante para los niños lectores la necesidad de la lucha contra el autoritarismo.”

Volveré dentro de un momento a hablar de cómo incorpora Nöstlinger su política en su obra, pero antes de irme más por las ramas, quiero dar unos apuntes más sobre su vida, que contextualizan y dan pistas para leer su obra.

Después de acabar la escuela secundaria, empezó a estudiar en la Academia de Artes Aplicadas de Viena. Ella misma explica su periplo por la academia así: “Tuve la mala fortuna de ir a una escuela para niños en la que, sorprendentemente, nadie dibujaba bien. Yo lo hacía pasablemente bien y por tanto, a falta de competición, pensé equivocadamente que tenía un gran talento. Tardé dos trimestres en darme cuenta de que yo era una alumna de suficiente. Luego tarde unos trimestres más en aceptar las consecuencias de este dato y finalmente abandoné el sueño de convertirme en una ilustradora fabulosa, abandoné mis estudios y busqué un trabajo de oficina. No fui feliz – aunque lo hacía, taquigrafía, mecanografía y todo, muy bien–.”

Y aquí viene la parte interesante, desde el punto de vista de cómo lo vemos reflejado en los personajes femeninos en su obra. De nuevo, ella misma lo explica mejor que yo: “El modo en el que salí de esta aburrida posición en la vida, a finales de los 50 fue la siguiente: casarme, traer dos hijas el mundo una seguida de la otra y establecerme como ama de casa y madre. Al menos así es como lo veo echando la vista atrás. En aquel entonces hubiera negado rotundamente esta interpretación y hubiera insistido: por desgracia, por estar embarazada tengo vetado el camino a una carrera profesional. Así que cociné e hice punto y tal, cosí ropitas bonitas de bebé y cositas bonitas para mí, leí un poco de Bloch, Marcuse y Adorno, hice mis pinitos en la crianza no autoritaria, recibí a muchos invitados, a veces hasta altas horas de la madrugada y hablé con ellos sobre qué hacer para hacer realidad mis ideales de libertad, justicia y solidaridad en nuestra sociedad. (esos ideales que no le habían traído automáticamente la democracia, ¿no?). “No era una vida mala,” dice “pero no estaba muy contenta con mi suerte. Aún recuerdo, por ejemplo, el horror absoluto cuando el funcionario que renovaba mi pasaporte tachó “estudiante” tres veces y sobreescribió “AMA DE CASA” en letra de imprenta. Hubiera preferido tirar el pasaporte a la basura. ¡Yo no quería pasar por la vida como ama de casa! Me dije a mí misma que tenía que haber algo más dentro de mí y era importante sacarlo.”

Aquí vemos reflejadas sus propias preocupaciones y reflexiones sobre el papel de la mujer con respecto a sí misma y a las decisiones que ella misma tomó y a cómo las veía en el momento y cómo las ve años después. Como veremos, esto forma una parte importante de la configuración de los personajes femeninos en su obra.

Pero acabo con los apuntes biográficos antes de seguir.

Su primer libro, Federica la pelirroja, fue según ella, el resultado de añadir palabras a unos dibujos. Es decir, estaba convencida, a pesar del desencanto de la academia de artes aplicadas unos años atrás, estaba convencida de que su fuerte era la ilustración. Pero era la única que pensaba esto. A los editores les interesaban sus textos; no sus dibujos.

Federica la pelirroja de segunda mano por 3 € en Valladolid en ...

Y así empezó una carrera literaria prolífica- publicó más de 150 libros en total-. Además de literatura infantil, Nöstlinger escribió también guiones para radio y TV, ensayos políticos, columnas sobre feminismo en periódicos y fue durante toda su vida una gran activista política.

Y por la conexión entre política y literatura vamos a comenzar un juego, más bien una excusa de hilo para esta conferencia.


Os cuento. Hace un par de semanas, me hallaba mirando fijamente una enorme mesa con multitud de papelitos, cada uno con un concepto esencial para hablar de la obra de Nöstlinger. Había pensado que saldrían entre 6 y 8 conceptos fundamentales, quizás algunos subconceptos que tenían que figurar en cualquier intento de hablar de su obra.

Pero en un ratito de nada me encontré con la siguiente lista:

FEMINISMO

ANTIAUTORITARISMO

EMANCIPACIÓN

IDEA DE INFANCIA

PINOCHO
¿Konrad es un Pinocho al revés? 

Literatura emancipatoria frente a Literatura moralizante

Valores políticos en la literatura

POBREZA/RIQUEZA/POSICIÓN SOCIAL

Relaciones entre adultos

Matrimonio/divorcio

Relaciones entre adultos y niños

Adultos secundarios majos

Relaciones de amistad NIÑO-NIÑA

HUMOR

IDENTIDAD

MOTES, INSULTOS

SEXUALIDAD BARRA EROTISMO

DESCUBRIMIENTOS/SECRETOS

NORMALIDAD, NORMAS

TABÚES

IMPERFECCION

EVOLUCION DE PERSONAJES BARRA EVOLUCION DEL LECTOR

FANTASIA BARRA REALISMO

MADRES

MUJERES

COMIDA

ACOSO

PREJUICIOS

PUNTO DE VISTA

LENGUAJE

LECTOR

Y un último punto:

OBSESIONES, DOS PUNTOS

                  GORDURA

                  PELIRROJAS

Me entendéis, ¿no? Había que encontrar una fórmula para reducir la lista, un hilo para dar forma a al menos parte de todo aquello.  

Y entonces decidí aplicar el truco más viejo del mundo. Mi hilo sería su nombre.
C  H  R  I  S  T  I  N  E. 

Cada inicial, un concepto a explorar “ C de compromiso, H de humor.” 

¡Bien! Eso lo acota, pensé, hasta que muy pronto, me volví a echar las manos a la cabeza porque vi que era imposible que en hora y media llegara a esa E final de CHRISTINE y lo tuve que dejar en CHRIS. No luce tanto, lo sé, pero allá que voy. C H R I S

C de compromiso.

La obra de Christine Nöstlinger tiene sus raíces en parte en la necesidad de comprender el pasado, y en el deseo de proponer nuevos modelos alternativos para la sociedad presente y futura.

Su literatura es comprometida. Es una autora con un fuerte compromiso político y con un fuerte compromiso literario, y ambos compromisos conviven perfectamente, sin supeditarse nunca el uno al otro. Esto es DIFICIL encontrarlo, muy difícil.

Citando los argumentos esgrimidos en la presentación del premio Astrid Lindgren a Nöstlinger, es una autora que “se pone de parte de los más pequeños en libros que reflejan la realidad actual de muchos niños con poco dinero, familias rotas y abusones en el colegio. La infancia no es ningún ideal en su mundo; y tampoco son los niños inocentes angelitos”; ni, desde luego – esto lo añado yo–  son perfectos los adultos en sus libros.

“Sus niños son independientes y pensantes, que se niegan a ser tratados como objetos, son también capaces y leales. Con frecuencia logran arreglar problemas ellos solos con el apoyo de amables abuelas, buenos amigos y, también a menudo, padres de amigos. Estos padres a veces comprenden a los hijos de otros niños mejor que a los propios.”

A mí esto me parece interesante. No condena a los adultos a ser una clase antipática, inútil e injusta. Hay de todo. Y eso puede ser muy reconfortante.

“En la escritura de Nöstlinger”, prosigue el texto sobre Nöstlinger del jurado del Premio Astrid Lindgren, “siempre existen pequeños oasis de ternura, amor y comunidad. Su solidaridad también se extiende a padres a los que se les va de las manos la situación y también a adultos que se desvían de la norma y tienen problemas para comportarse de acuerdo con las normas sociales”.

Así que esta C es también C de comprensión o de compromiso con la imperfección humana. Puede haber muchos personajes imperfectos, algunos aparentemente espantosos, pero a medida que se avanza en la historia es habitual que cualquier posible juicio de condena inicial se vaya matizando y vayamos aceptando como lectores la complejidad que conlleva juzgar a otros.  

El compromiso de Nöstlinger tiene más que ver con hacer pensar que con transmitir mensajes determinados. Ni siquiera es siempre evidente de qué lado está ella. Sus personajes están creados con tal profundidad y realismo, que todos defienden sus ideas con la misma pasión.

Tiene que ver con esas ideas en la cabeza. Si los personajes tienen ideas en la cabeza el lector valorará y sopesará esas ideas y si hay distintos personajes con distintas formas de ver las cosas, tendrá la oportunidad de pensar dónde se sitúa en el debate.

Hay determinados compromisos que están presentes en casi todos los libros. Uno de estos sería el profundo compromiso con el feminismo.

Desde los libros para niños más pequeños, hasta los libros para preadultos, el feminismo es un tema de interés para muchos de los personajes, a veces consciente y otras inconscientemente.

Rosalinde, de Rosalinde tiene ideas en la cabeza quiere ser futbolista pero nadie se la toma muy en serio. Así que piensa en algunas alternativas: conductora de camión, operaria de excavadora, deshollinadora, periodista deportiva… pero tampoco se la toma nadie en serio.

Las chicas, dicen todas las de la clase, tendrán un día otras profesiones: maestras, enfermeras, peluqueras, dependientas, mecanógrafas, pediatras…

En las novelas de Nöstlinger hay bastantes mujeres feministas que se reúnen semanalmente para hablar de sus problemas, etc – pero a diferencia de muchas novelas juveniles con material similar y personajes estereotípicos y universalmente poco profundos, las suyas en muchos casos tienen chispa y un elenco de madres, padres y niños que son seres humanos más o menos inteligentes, aunque por momentos confundidos.

Lo interesante de su propuesta de reflexión para los lectores es cómo lo hace. En torno a un punto de interés, por ejemplo, una postura concreta susceptible de tener un enfoque feminista, o socialista, suele presentar varios puntos de vista en la boca de sus personajes.

Es deliciosamente sutil la forma de cuestionar al lector.

En Diario secreto de Susi. Diario secreto de Paul ha nacido el nuevo hermano de Ali, el amigo turco de Susi-

Mamá quiere que me lleve dos bolsas llenas de cosas a casa de Ali. Son de cuando yo era pequeña. Mamá dice que a la madre de Ali le serán de gran utilidad. Pero la cosa es un poco extraña. Es como si quisiéramos hacer una buena acción con los pobres. Ali es muy orgulloso. Él no acepta ser más pobre que el resto de los niños. Yo no quiero molestarlo. Se lo he explicado a mamá. Pero ella se ha reído. No lo entiende. Ha dicho: “La tía Hilde también le dio ropita a la tía Cilli, y eso que tiene mucho dinero”. ¡Esa es la diferencia! Alexander también se alegra cuando yo le regalo mi sándwich de jamón, aunque él ya tenga un bocadillo enorme. En cambio, Ali dice que no tiene hambre cuando yo le quiero regalar mi sándwich. Y Ali no tiene ningún bocadillo. Lo que tiene es hambre. Mamá me ha dejado las dos bolsas en mi cuarto.

Simplemente las “olvidaré”

[...]

Mamá le ha dado a Ali las dos bolsas con ropa. Me he equivocado. Ali se ha alegrado muchísimo y no se ha molestado para nada.



Diario secreto de Susi; Diario secreto de Paul

Aquí es muy interesante porque el que Ali no se haya molestado para nada, no quiere decir que otra persona no se hubiera molestado. Simplemente es un llamamiento a reconocer la complejidad de los sentimientos de los demás.

Eso también es una forma de compromiso político en la literatura.

Cierto es que a veces la sola existencia de determinados debates sobre el papel ya es considerado “adoctrinador” a pesar de que Nöstlinger se cuida muy bien de decirle a sus lectores cómo comportarse y qué está bien o mal y de que tiene muy claro la diferencia entre lo que ella misma llama literatura emancipadora frente a literatura moralizante. Esto no siempre parece tenerlo claro todo el mundo.

Quiero compartir un breve texto de Christine Nöstlinger, escrito unos años después de provocar un revuelo en el mundo de la literatura infantil en Alemania. 

El título es:

Hacerlo pero sin saberlo

Y dice así: 


www.christine-noestlinger.at/storage/images/Nm7...


Ya hace más de dos décadas que metí la pata hasta el fondo con el estimado sector del libro infantil por ser imperdonable y tenazmente franca en un breve epílogo en ¡VUELA, ABEJORRO!

Desafortunadamente no puedo citar al pie de la letra el par de frases que se tomaron tan mal ya que no tengo un ejemplar de la primera edición de ese libro y la editorial fue rápida en retirar el ultraje de las ediciones posteriores, pero el asunto era que más o menos yo declaraba que me complacía en mi vida tomar parte en cuestiones políticas y con vehemencia, y que no estaba dispuesta a abstenerme de tal tomadura de parte política en mi escritura para niños y que, incluso trataba con determinación animar a mis lectores a adoptar mi visión del mundo. 

En este contexto usé la palabra MANIPULACION seguida de la palabra “persistente”, si bien recuerdo. O quizás la segunda palabra fuera “astuta”, no recuerdo ya. En cualquier caso lo hice a propósito, sin caer en la cuenta de que para todas aquellas mentes simples que trabajan “haciéndolo pero sin saberlo” debería haber añadido algunas palabras a modo de explicación de mi manipulación de unos lectores ante los cuales había confesado abiertamente mi pecado.

Quizás, a modo de maestra de escuela, debería haber procedido de la siguiente manera: como cualquier pequeño diccionario te dirá, “manipular” quiere decir, manejar, trabajar con destreza, organizar o controlar. Todas estas acciones forman de hecho parte de las artes de un autor.  Aunque no sea consciente de ello, no podrá acabar ni siquiera el más breve texto honesto sin llevar a cabo estas acciones.

Porque la literatura es, antes que nada: mundo, traducido a lenguaje. Y ¿cómo puede un autor, a no ser que sea tonto, llegar a una visión del mundo que esté alejada de cualquier idea política? ¿Y cómo debería un autor, que al fin y al cabo debe estar plenamente comprometido con el texto que escribe, mantener su visión del mundo y sus ideas políticas fuera de su texto?

¡Es imposible! ¡Es imposible, también en literatura infantil.

¡En literatura infantil es incluso más imposible que en otros lugares!

Los personajes que son tratados por un autor de libros infantiles con benevolencia y los que son maltratados a su favor lo determina su mirada política. Lo mismo se aplica a dónde y cuándo busca provocar la compasión o la repugnancia en el lector. Normalmente también inventa un personaje que pronuncia las visiones del autor de forma bastante precisa, y el personaje en cuestión no suele ser uno de los malos.

Especialmente en el caso de los libros para niños, estas acciones de “controlar, arreglar, manejar y trabajar con destreza” son particularmente fáciles de hacer y son imposibles de evitar, ya que el lector infantil, dada su falta de experiencia en la vida, apenas si tiene oportunidad de testar la visión del mundo ofrecida por el autor de forma crítica y de rechazarla como falsa.

La norma para los libros infantiles es: si una historia está escrita para que toque los corazones de los niños, también tocará sus mentes.

¡Y no permitamos que nadie predique que un autor de libros infantiles debería suprimir deliberadamente sus ideas políticas en favor de alguna suerte de “humanidad general”! Sea lo que sea lo que alguien reconozca como “humano” siempre habrá pasado anteriormente por el filtro de sus ideas políticas. No hay nada “general” a no ser que se esté siendo estúpido u oportunista.

Vuelvo al ejemplo de “¡VUELA ABEJORRO!”. Nada me obligó de hecho a escribir, con atención amorosa, sobre el judío ruso Cohn, el perdedor eterno. Al fin y al cabo, podría haber optado igualmente por postrar a los pies de mis lectores, con gran empatía, la situación trágica de la familia Nazi del primer piso que practicó la eutanasia a su perro pero preferirían no someterse ellos mismos al tratamiento en cuestión. ¿Podría haberlo hecho? ¡Pues no! No podría. Porque nunca se me hubiera pasado por la cabeza esa historia. Porque mi imaginación no es del tipo que pueda encontrar un punto de partida para inventar una historia en la miseria de una familia nazi. Y el hecho de que no sea capaz, tiene mucho que ver con mis ideas políticas!

En realidad, ¿por qué motivo no tendrían que estar a plena vista las ideas políticas de un autor de un libro escrito para niños?

Día sí, día también, los niños se topan con todo tipo de variadas ideas políticas de sus madres y padres, tíos y tías, profesores y periodistas de radio, de televisión, cajeras de supermercado, compañeros de clase y personas a cargo de su bienestar espiritual. Es por tanto, algo extraño pretender que los autores de libros para niños sean tan “nobles como para no manejar, trabajar con destreza, ordenar y controlar, es decir, “estarse calladitos”: Me hace sospechar que lo que realmente piden los que exigen tal cosa es asegurarse de que nadie pueda interferir con el tipo de “política” que ellos mismos quieren endilgarle a los niños!.

Y a pesar de reivindicar la presencia de sus propios valores políticos en su obra y su deseo e incluso esfuerzo de manipulación (el problema aquí yo creo que fue principalmente la falta de sentido del humor), el suyo es un compromiso político que muestra y abre nuevas posibilidades en lugar de dictar verdades. Que cuestiona y remueve en lugar de predicar.

Dice Nöstlinger: 

“La literatura no arregla los problemas, pero sí puede consolar, reconfortar, explicar, animar a hacer conexiones, animar al cambio.”

Avanzamos. Después de “C“ de Compromiso viene…

H de humor.

Los libros de Nostlinger están repletos de humor. De humor de todo tipo. Irónico, satírico, apaga-dramas, del tipo que induce a risas incontrolables, del tipo más calladito, humor negro, humor escatológico, humor fino, también del tipo de humor que te remueve y te hace preguntarte si debes estar riéndote de eso, humor chocante, humor asqueroso, humor irrespetuoso, humor cariñoso.

Hay mucho humor en el modo en que describe a algunos personajes:



un marido para mamá de christine nöstlinger (pe - Comprar en ...


En Un marido para mamá protagonista accede por fin a comer con su padre, después de negarse durante bastante tiempo a verlo. El padre, que ha llegado con un Alfa Romeo a recogerla al cole y que está más guapo que nunca, le dice que si a ella le parece bien, a la comida vendrá también su hermano, que tiene muchas ganas de verla]

Arriba, en la oficina de los Kratochwil, está esperando el tío Jonny. Es más joven que papá y tiene un aspecto increíblemente fantástico. Su pelo rubio le llega hasta los hombros. Viste un pantalón de terciopelo granate metido en unas botas de piel vuelta. La camisa es de seda blanca y en el cuello lleva una gruesa cadena de plata. De la cadena cuelga un ojo de cristal. Un auténtico ojo de cristal.

—Es de una tienda de artículos de ortopedia —dice el tío Jonny.

Luego le regala a Su la cadena con el ojo, porque al parecer es su sobrina favorita. Su se pone la cadena al cuello y pregunta:

—¿Se puede ir así al colegio?

El tío Jonny y papá no lo saben. El tío Jonny opina que él iría así al colegio. Dice que si en su infancia hubieran existido colgantes tan bonitos él hubiera ido enseguida con el ojo de cristal al colegio. Papá dice que eso no es verdad. Afirma que el tío Jonny ha sido un cobarde toda su vida y que no se hubiera atrevido a llegar ni a la puerta del colegio con el ojo de cristal.

 Que asco: Amazon.es: Nostlinger, Christine: Libros

¡Qué asco! abre así: 

15 de junio

“Obesa, blanca y relajada está sentada la mujer en un sillón forrado de felpa marrón”. Lleva así horas. Con ojos redondos contempla al cocinero de televisión. EL índice de la mano derecha lo tiene metido en la nariz. Con suavidad desliza una y otra vez la lengua entre las comisuras de los labios.

¡Qué asco! ¿Qué cocina esa?

La mujer retira el dedo de la nariz, lo chupa y a continuación saca el periódico de debajo de su trasero, esfuerzo que la obliga a suspirar al desplazar su gran peso.”

MI AMIGO LUKI-LIVE (Alfaguara 12 Años (zaharra): Amazon.es ...

En Mi amigo Luki-Live, Ariane se refiere a su madre, a la que describe como una obsesionada de la idea de las fiestas.

“Ella desde hace ya muchos años no va ya a ninguna fiesta. La gente con la que mis padres tienen una buena amistad hace guisos de cocina indonesia o asan un cordero en la terraza, o proyectan diapositivas de México o hablan siete horas de por qué la revuelta estudiantil de París del año 1968 tenía que salir mal. Verdaderas ganas de bailar no tienen esas personas.”

Una cuchara para papá. Una cucharada para mamá. Una cucharada para la abuela. Una cucharada para el...

En el caso de Una cucharada para papá, una cucharada para mamá, una cucharada para la abuela…

Todo el libro es una gran broma.

A mitad de camino, dice el prólogo, entre el “libro de consejos prácticos” y el “libro de consulta”, que se mofa precisamente de este tipo de libros. Va dirigido humorísticamente a todos aquellos padres que tienen hijos que no les comen bien, dividido con rigor de bestseller para la crianza en tres tipos bien diferenciados: “El inapetente”, “El glotón” y “El inadecuadamente alimentado”

Un libro muy inusual dentro de su obra, pero una muestra del límite hasta el que estaba dispuesta a llevar el humor.

Desde un punto de vista del lector, el humor sirve también para compensar otro tipo de lenguaje directo, claro, sin tapujo alguno. Una cosa funciona porque está la otra, y viceversa.
R de realismo, que nos servirá también para hablar de fantasía.

Nöstlinger siempre escribe sobre temas reales y problemas reales, pero sin dramatismo y cuando viene bien, con humor. Pero es interesante el papel que tiene lo fantástico en su obra también.

“Me gusta la fantasía, y en mis relatos hay muchos elementos fantásticos; pero es una fantasía con cierto compromiso social, que intenta ejercer influencia en este mundo, cambiarlo, ya sea a través de la utopía y de la sátira. La fantasía no debe ser evasión”, dice, “sino un camino para llegar a un conocimiento mejor de la realidad." (Entrevista a Christine Nöstlinger de Maite Ricart en CLIJ. Febrero 1989).

La fantasía puede servir para escapar de la realidad, pero también puede ir más allá de su función compensatoria y llevar a la emancipación y al cambio social.

Estaríamos hablando de un realismo crítico pero con una dosis importante de fantasía, lo cual no es tan habitual. Sería algo así como “fantasía crítica” realmente.

Frente a la creencia pedagógica marxista de los 60 de que la fantasía distraía malsanamente de la realidad, Nöstlinger desarrolló historias donde se ayudaba de la fantasía para la exploración de fenómenos sociales.

Aquí hay una marcada diferencia entre sus libros escritos para niños pequeños y los que escribió para adolescentes. Para los más pequeños, la fantasía está muy presente en muchos de los libros y sin embargo para los más mayores va desapareciendo.

En su primer libro, Federica la pelirroja, por ejemplo, es todo fantasía (con un gato que habla, sortilegios, gente que vuela) pero con un pie firme en la realidad. A Federica la maltratan por ser pelirroja y el cántico insultante a pelirrojos que suena en los patios austriacos se convierte en este libro en un encantamiento positivo para los pelirrojos.

Son estas historias imaginativas en las que se da la vuelta a la realidad y de repente nos encontramos en un mundo sobrenatural. Nostlinger lo suele combinar con humor muy en la línea del espíritu anárquico de Pippi Calzaslargas, con esa mezcla especial de humor, fantasía y compromiso social de Nöstlinger.

Entre estos libros con un elemento fantástico, hay varios con temática antiautoritaria, como Me importa un comino el rey del pepino o Konrad o el niño que salió de una lata de conservas, una historia tronchante sobre una mujer bohemia que recibe un paquete que contiene un niño de siete años ejemplar.

A medida que la edad del público objetivo de los libros va subiendo, las páginas se llenan de historias cotidianas, realistas.

I de infancia

En toda la obra de Christine Nöstlinger la infancia está presente de una manera especial. Sus libros son exploraciones profundas y serias de la experiencia de la infancia, y de la adolescencia.

En este sentido su concepto de infancia permea sus libros, así como su defensa de niños frente a los más poderosos (adultos abusones, otros niños abusones, profesores autoritarios, etc.) y frente a las injusticias sociales (pobreza, abandono, etc).

Ayer hablábamos de John Burningham y de su oído tan tan afinado para saber qué dicen los niños, a dónde miran, qué les interesa. Desde luego que Nöstlinger comparte esta extraordinaria habilidad. Sabe y mantiene fresco cómo puede llegar a sentirse un niño y un adolescente ante distintas situaciones, incluidas, y sobre todo quizás, algunas situaciones que parecen nimiedades desde una perspectiva adulta pero que pueden llegar a ser cuestión de vida o muerte para un niño.

Para ver cuál es su idea de infancia, y el concepto estrechamente ligado de educación, es interesante analizar los cambios que hizo a la historia de Collodi, en su “Nuevo Pinocho”.

Cuando su editor decidió incluir Pinocho en su colección sin leerlo y posteriormente lo leyó, quedó horrorizado y le pidió a Nöstlinger que hiciera una nueva versión (ver Ricart, Maite: entrevista con Nöstlinger en CLIJ febrero 1989). Ella tampoco lo había leído y pensó, después de su lectura, que ahí había mucho que cambiar. La historia de Pinocho, dice, la indignó y le enfadó. Constantemente se culpa a Pinocho por sus travesuras, se le castiga y él tiene que arrepentirse continuamente de sus actos. “Me matarás a disgustos”; “me llevarás a la tumba”, son frases que Gepetto pronunciaba cada vez que Pinocho hace algo que le parece reprochable.

En su Nuevo Pinocho, Nöstlinger actualiza el lenguaje y elimina esa moral “propia del siglo XIX”, dice. “Creo que es horrible educar a los niños bajo principios como el de la obediencia ciega, e ideas como la de que los adultos siempre tienen razón, sin darles la oportunidad de dudar o de criticar”.

El nuevo pinocho: Amazon.es: Nostlinger, Christine: Libros


Es curioso pensar que ella ya había hecho una especie de versión inversa de Pinocho, con Konrad, o el niño que salió de una lata de conservas. Berti Bartolotti, como Gepetto, es artesana, no es vieja pero tampoco en edad de procreación, vive al día, está sola y recibe un niño artificial. Como en Pinocho, lo primero que hacen es vestir, alimentar y mandar a la escuela a su hijo adoptivo y durante el resto del libro procuran hacerlo encajar en el mundo real (Ver Konrad: Romper un mito, de Joel Franz Rosell). 

En realidad, claro, las mayores semejanzas con Pinocho son por oposición o por inversión, como indica Rosell: “Konrad no solo no falta a la escuela sino que pronto es el primero de la clase. Tampoco se escapa de la casa materna, sino que hay que esconderlo para que no se lo lleven sus legítimos padres-adquirientes y los fabricantes -los verdaderos “malos” de la historia, a quienes desautomatizando irónicamente el símbolo del color, se representa con el mismo azul celeste de las hadas buenas- el hada azul en Pinocho”.

Konrad o el niño que salió de una lata de conservas: Amazon.es ...
“Al final, Konrad se transforma no en niño modelo, como Pinocho, puesto que ya era precisamente eso, sino en un niño normal, con virtudes y defectos y sobre todo la humanísima capacidad de evolucionar […]”

La “I”, entonces, es también una “i” de imperfección, una imperfección que, tanto a niños como a adultos nos puede convertir en verdaderos miserables. Y aún así no somos nunca puramente miserables.

S de sexualidad

“Querido señor que estás en el cielo, a veces me toco el pito. ¿Puede ser eso un pecado?”. Estoy seguro de que tú piensas que no”. 

El editor eliminó estas frases de uno de los libros de Nöstlinger diciendo que “los tiempos en que se podía escribir algo semejante en un libro infantil habían pasado y que se había producido un cambio de tendencias tan grande que ahora los padres no lo comprarían.” (Ver entrevista de Luisa Mora en El Urogallo).  

La representación de niños, adolescentes y adultos como seres con sexualidad es un rasgo sobresaliente en muchas de las obras de Nöstlinger. Tan sobresaliente, que a veces resulta chocante por lo poco habitual que se aborde la sexualidad sin tapujos en la literatura infantil y juvenil.

Nöstlinger reflexiona al respecto en la misma entrevista en El Urogallo, citada arriba.

Mi libertad a la hora de contar lo que les ocurre a los niños no es absoluta, pues no describo la vida infantil en todos sus aspectos. Hay temas para los que me falta el lenguaje apropiado. Uno de ellos es la sexualidad infantil, que en mis libros siempre queda relegada y sólo se manifiesta en cierto erotismo muy tierno, de besitos. No es cuestión de que sea demasiado mojigata, sino que me encuentro constreñida por el vocabulario médico o vulgar que maneja nuestra reprimida sociedad.

Y sin embargo a pesar de la consciencia de esta dificultad ¡qué bien lo hace!

Desde menciones casuales sin tratarse de un texto sobre la sexualidad, como en aquel libro paródico que hemos mencionado antes de “Una cucharada para papá, una cucharada para mamá…”.

Hay una sección donde está recomendando a los padres qué hacer si su hijo es inapetente por distracción o porque está ocupado con algún otro entretenimiento con el que sencillamente “comer” no es competencia alguna.

“Se trata de un caso poco peligroso y fácilmente solucionable. Puede que el niño no coma porque está más fascinado por otras actividades y no tiene espacio en su agenda cotidiana para el aburrido acto de ingerir alimentos.

Sería indigno querer amargarle al niño las actividades que él prefiere a la comida. En este caso dará muy buen resultado la trituración del menú. La trituración seguida de una deshidratación, con lo cual la ración de comida necesaria queda reducida a unas pocas migajas diminutas que se le pueden echar en l aboca al niño sin esfuerzo mientras monta en monopatín, en el metro, mientras toca la guitarra o mientras se está masturbando (esto sólo para niños ya mayorcitos).”

Y sigue adelante con el texto. Y ya. Menciones casuales de masturbación como parte de la vida.

No, no es habitual en libros para niños.

Pero normalmente los pasajes con temática sexual son más que una mención casual; forman parte del argumento.  

En Un marido para Mamá, los padres de Su se separan. Al padre le va estupendamente y la madre está hecha unos zorros. La narradora protagonista, que es la hija pequeña preadolescente, decide solucionar el tema buscándole un marido a su madre, a espaldas de todos, incluida su hermana mayor, adolescente perdida, con la que no se lleva demasiado bien y a la que no entiende mucho. La madre se lleva a las dos hijas a vivir con su madre, una abuela espeluznante que se hace la víctima y que quiere controlarlo todo, y con su tía abuela, que es una persona disparatada que suelta refranes cuando el ambiente se caldea a su alrededor. Finalmente, todos los planes casamenteros le salen mal a la protagonista y la madre y el padre acaban reconciliándose.

Y es ahí justamente cuando tiene lugar esta maravillosa descripción de sexo entre los padres. La situación es que la hermana mayor ha llamado a su padre ante el desastre catatónico en que se ha convertido su madre. Cuando advierte a su madre de que el padre va para allá, la madre se lanza como loca a arreglarse pero el padre llega antes y se la encuentra con un solo zapato, los rulos puestos, la raya en un ojo y no en el otro, ambos hinchados de llorar, y desnuda de cintura para arriba. El padre tiene un ataque de risa al verla así, pero va corriendo a abrazarla]

—Ahora estás bien —dice entre risitas— Pero te vas a enfriar.

Mamá da un pequeño y agudo gritito y cubre sus partes íntimas superiores con las manos.

—Eres tan malo —susurra mamá hundiéndose en el pecho de papá. Papá le da unas palmaditas cariñosas a mamá en su espalda desnuda y murmura:

—Sí, sí, soy terriblemente malo.

I le cuchichea a Su:

—¡Venga, vámonos!

Su le contesta en un susurro:

—Ni hablar. Ahora que la cosa se pone bien me quedo.

I no hace ni caso del deseo de su hermana. Quiere sacarla de la habitación. Su cuchichea:

—Tenemos que quedarnos. Si no volverán a hacer algo mal y todo se estropeará de nuevo.

—Ya no van a hacer nada mal. Ya no se estropeará nada —asegura I tirando enérgicamente de la manga de Su. De mala gana, Su sale de la habitación detrás de I.

Su e I llevan una hora sentadas ante la puerta de la habitación doce. Están muy tranquilas una junto a la otra. De vez en cuando, I le da un codazo a Su en las costillas y dice orgullosa:

—¡Mi obra!

Y Su contesta sin ninguna envidia:

—Sí, señor, ¡tu obra!

Al cabo de otra media hora ambas deciden que tampoco hay que prolongar demasiado la reconciliación de los amantes padres. Su golpea suavemente en la puerta.

En Mi amigo Luki-live hay muchos besos. Aquí el primero:

Luki llegó hasta el castaño. Todos patidifusos fijaron en él la mirada. También los de los otros cursos. Luki bajo de la bicicleta y la apoyo en el tronco del árbol. Yo estaba también apoyada en el tronco del árbol. Luki sonrió a los que le hacían corro y luego se inclinó hacia mi (desde hace unos años me lleva casi la cabeza) y dijo:

 -Hello, mon amor.

Y me besó en la mejilla derecha.

¡Horroroso!, creí que me hundía en la tierra entre las raíces del castaño. Desde el día en que el asqueroso del fotógrafo nos obligó al besito porque a él le parecía aquello muy mono, y esto fue todavía en tiempos de kindergarten, Luki no me había vuelto a besar. Pero en aquel entonces lo hizo entre ruidosas protestas. Además, para el beso delante del colegio existen reglas a las que hay que atenerse. Son casi las mismas reglas que rigen para el fumar:

El último curso, los que van a terminar el bachillerato, besan y fuman fuera del recinto del colegio. Los cursos sexto y séptimo besan y fuman cuando están junto a los soportes de las bicicletas. Detrás del gimnasio, del lado de la fachada posterior. Y el que no ha llegado todavía al sexto curso, ese ni fuma ni besa. Y en caso de hacerlo, procura, por lo menos, guardar una respetable distancia del recinto escolar.
………..

Un par de días más tarde Luke le da otro beso.

No en la mejilla, sino en la boca. No sé qué demonios pasará, acaso soy frígida o tengo cualquier otra rareza erótica. No es que el beso me resultara terriblemente-odiosamente-desagradable. Es que tampoco me fue muy agradable. En realidad no fue nada para mí, no me produjo ningún sentimiento elevado. Y de ninguna manera me hizo desear con afán un segundo beso.

Y tras toda la novela, despecho, historias varias y una reunión, y muchas lágrimas: el último beso:

Terminé por darle un beso a Luki. Al hacerlo, conté con dos posibilidades. Primera posibilidad: que el no quisiera y que volviera la cabeza hacia otro lado. Segunda posibilidad: que me besara también el, pero de la horrible manera con que lo había hecho ya unas cuantas veces. (Para este caso, yo estaba dispuesta a permanecer quieta).

Luki correspondió al beso. Pero sus labios se posaron tranquilamente, cálidamente y amablemente en los míos. Tenían un fuerte sabor a sal.

En ¡Qué asco!, aquel libro que empezaba con esa descripción de la madre obesa y obsesa de la televisión, tenemos este pasaje donde Nöstlinger narra con puntería la enorme confusión en torno al sexo entre adolescentes, querer y absolutamente no querer pero en realidad querer y no saber muy bien cómo.

“Cristina le quita a Traude la lista y recuenta las cosas que ya tiene en casa. Una cosa, sin embargo que ya ha comprado y que llevará con ella, no está en la lista: las píldoras anticonceptivas. Desde hace dos meses se traga Cristina las pastillas. Hasta ahora sin sentido ni finalidad alguna. Pero no se puede empezar a tomar la píldora en mitad de un mes. Tiene que estar protegida para el “caso”. Por qué no ha ocurrido todavía “el caso” es el gran problema entre Cristina y Hasi. Probablemente parte de la culpa puede  ser de las circunstancias desfavorables. En el último rincón de una bodega para reuniones, entre una docena de jaladores, a Cristina no le apetece. En su casa, mientras la mujer mira embobada el televisor en la habitación de al lado, resulta imposible. En casa  de Hasi sería factible –sus padres con frecuencia están fuera por la noche y su hermana mayor no se preocupa por nada en absoluto-, pero allí está la bestia de su hermano pequeño, que martillea la puerta cerrada de la habitación y lloriquea diciendo que necesita un geotriángulo y el segundo tomo de Winnetov. A veces l crío ni se molesta en poner una disculpa y grita:

-¿Qué hacéis ahí dentro? ¡Abridme, quiero entrar!

Y cuando delante de la puerta hay silencio absoluto es muy posible que esté espiando fuera y apriete contra la madera una de sus grandes y separadas orejas. Entonces Cristina pierde gusto por lo erótico. Cosa que Hasi tiene que comprender, en lugar de afirmar que ella no le quiere. Sí le quiere. Sólo que necesita circunstancias favorables para el amor. Y tiempo. Mucho tiempo. No quiere abrocharse la blusa asustada porque rechine la puerta de la casa y los padres regresen del teatro. Es verdad que algunas veces oye rumores donde no los hay.

Entonces retira de su cuerpo la mano de Hasi y murmura:

-¡Hay alguien en la puerta!

Cuando Hasi susurra ”que no” y sigue cogiéndola y besándola por todas partes, se pone furiosa. Hasta el punto de que ya no quiere sentir su contacto. Casi le da asco.

Unos días más tarde:

Cristina ha reflexionado una y otra vez sobre esta extraña tarde de sábado. Todo iba muy bien. En la habitación de Hasi estaba oscuro porque éste había cerrado las cortinas. Hacía calor porque Hasi había puesto la calefacción a 30º, estaban desnudos, se besaban y acariciaban, y Hasi, entre besos, le preguntó si ese día por fin estaba dispuesta de verdad. Cristina asintió, y lo hizo con toda sinceridad. Tan sinceramente que pensó: “Hoy es 22 de junio. ¡Esta fecha tengo que apuntarla sin falta!” Hasi se colocó sobre Cristina, y el corazón de ésta le latió con bastante fuerza. “22 de junio”, pensó, y después, de repente, su vientre estaba pegajosamente húmedo. Hasi se separó de ella, hundió la cabeza en la almohada y empezó a renegar.

Desde entonces Hasi ya no ha vuelto a intentar estar a solas con Cristina. (…)”

Y en el mismo libro, otro ejemplo de encuentro sexual, también de Christina, con un desconocido al que se refiere como “el flechazo”.

Cristina contempla entusiasmada un metro ochenta y cinco centímetros de impecable dorso masculino. Le gustaría tocarlo, pero ignora si tal comportamiento es el adecuado.

(…)

-¡Estás sudando, María!

Después desabrocha la blusa de Cristina y contempla sus arrobados senos.

Cristina tiene miedo de que los encuentre demasiado pequeños. Cuando una está tumbada de espaldas los senos parecen terriblemente pequeños. Cristina se incorpora y considera que sus senos vuelven a ser perfectos. Para demostrarlo se quita la blusa.

-¡Sigue, María!- dice el flechazo. Cristina se pone de pie, abre la cremallera de sus ajustados pantalones y tira de ellos hasta las caderas. Las bragas se deslizan  a la vez. Lo tira todo al matorral de zarzamoras, volviéndose a sentar en la manta.

El flechazo la contempla. Contempla sobre todo minuciosamente el vello de su pubis color cobre.

-¡Y yo que hubiera apostado-dice- que mi María tenía el pelo teñido! ¡No sabía que hubiese algo natural tan maravilloso!

Pone la cabeza en el regazo de Cristina. Esta siente la respiración del muchacho sobre la piel, siente sus labios, la punta de su lengua. Una sensación inmensamente agradable. Pero en cierto modo también es irreal. Como en el cine. Algo está ocurriendo en ella, algo que, en la medida que Cristina se conoce a sí misma, es imposible: Y no sólo imposible considerado con los patrones con los que juzgan a los demás. También se está comportando esencialmente mal según sus propias ideas.

Dice:

-Ni siquiera sé cómo te llamas.

- Me llamo Christian- musita la boca enterrada en su regazo-. Christian Michael. (…)
Sigue besando a Cristina por todas partes. Ella se deja caer sobre la manta, Christian cae con ella, la cubre con su cuerpo, la mira solícito y pregunta:

- ¿Tú quieres, verdad?

-Pero no te conozco en absoluto-musita Cristina cerrando los ojos.

Estrechamente pegado a su cuello, poniéndole carne de gallina, dice Christian:

-¡Qué tontería! Tú eres mi María. ¡Te conozco desde hace una eternidad y un siglo!

Cristina vuelve a abrir los ojos, abraza el hermoso cuerpo de color chocolate sobre ella y piensa que esa piel le es familiar. Allí no hay nada extraño, nada desconocido.

-¿Tengo que tener cuidado? –pregunta Christian.

A Cristina la pregunta le parece lamentable. Quita intimidad. Cierra los ojos y niega con la cabeza.

 ¿Seguro que no?

Ella vuelve a negar con la cabeza.

Hacia las cuatro de la tarde hay sombra detrás de la capillita. Cristina y Christian siguen echados sobre la manta, estrechamente abrazados. Christian está fumando. Una y otra vez lleva el cigarrillo a la boca de Cristina y deja que le dé una calada. Una y otra vez la besa en las mejillas, acaricia sus caderas, le pregunta:

-¿Feliz, María?

Cristina fuma, disfruta de las caricias y besos y asegura hondamente que nunca había sido tan feliz.

Ayer mencionábamos la importancia de que libros para adolescentes abordaran temas como la muerte, incluida la posible muerte prematura, de determinada manera. Cuánta falta hace que se aborde más y mejor, que se incorpore la sexualidad en la literatura, sin más, como parte de la vida que es.

Qué refrescante es también que Nöstlinger escriba para adolescentes sobre su propia sexualidad, pero también sobre la sexualidad de los demás, adultos mayores también, sin tapujos, sin tabúes.

Y con esos tabúes llegaríamos a la T. CHRISTINE. Pero ya avisé que nos quedaríamos en el diminutivo.

Ahora voy a permitirme dejar de deletrear y hacer unas breves notas finales.

En la conferencia he hablado de muchos personajes que tienen ideas en la cabeza. Creo que una de las cosas verdaderamente únicas de Christine Nöstlinger es la manera en que construye los personajes, y no solo los personajes principales, sino, muy importantemente los personajes secundarios. Y todos ellos tienen ideas en la cabeza. Este caleidoscopio de ideas de distintos personajes, a menudo ideas diferentes sobre una determinada cuestión o sobre qué hacer, por ejemplo, en una determinada situación, o sobre qué pensar de éste personaje o de aquel, es una de las marcas de la casa de la obra de Nöstlinger.

Un ejemplo maravillosamente sutil de esta maniobra la encontramos en Intercambio con un inglés. Este libro lo leí recientemente en voz alta, a turnos, con mi hijo de 10 años. Recuerdo que pasados ya tres cuartos de la novela, exclamó: ¡qué bueno es esto! Y se refería justamente a esa maniobra. 

Intercambio con un inglés de CHRISTINE NÓSTLINGER: Bien ...

Es sencillamente deliciosa la experiencia lectora, tanto para niños como para adultos. Nöstlinger juega con el lector, (como decía ella lo “manipula”), presentándole a personajes que a primera vista nos parecen antipáticos, intolerables incluso, quizás motivo de mofa, para luego, página a página ir complejizando la historia, el personaje, e ir retirando velos al prejuicio con el que arrancamos. A golpe de complejidad.

Y acabo con una pregunta: ¿Es posible que la complejidad moral sea el mayor tabú de todos? Si es así, ¡ay de nosotros! O más bien, ¡ay de la literatura! Porque sin complejidad moral, es difícil que haya literatura, muy difícil.

¡Ay! ¡Cuántas conferencias diferentes se podrían dar sobre Nöstlinger!

De momento, yo he acabado una. ¡Gracias!

Bibliografía (mencionada explícitamente en el texto)

Mora Villarejo, Luisa: Entrevista con Christine Nöstlinger, revista El Urogallo, Julio-agosto 1993.
Nöstlinger, Christine: ¡Qué asco!
Nöstlinger, Christine: Diario de Susi, Diario de Paul
Nöstlinger, Christine: Federica la pelirroja
Nöstlinger, Christine: Intercambio con un inglés
Nöstlinger, Christine: Konrad o el niño que salió de una lata de conservas
Nöstlinger, Christine: Me importa un comino el Rey Pepino
Nöstlinger, Christine: Mi amigo Luki-live
Nöstlinger, Christine: Nuevo Pinocho
Nöstlinger, Christine: Rosalinde tiene ideas en la cabeza
Nöstlinger, Christine: Un marido para mamá
Nöstlinger, Christine: Una cucharada para papá, una cucharada para mamá, una cucharada para la abuela…,  1989.
Ricart, Maite: Entrevista a Christine Nöstlinger, CLIJ, Año 2, Número 3, Febrero 1989.
Rosell, Joel Franz: “Konrad: Romper un mito”, artículo en la revista cultural cubana El Caimán Barbudo
Tillman Fetz, Nancy: “Christine Nöstlinger’s Emancipatory Fantasies”, The Lion and the Unicorn, Volume 10, 1986, pp. 40-53

Bibliografía adicional
Revista Platero 205. Christine Nöstlinger, Primera parte.
Revista Platero 214. Christine Nöstlinger, Segunda parte.

(C) Ellen Duthie. Puedes compartirlo libremente, siempre que cites la fuente. Para incluirlo en alguna publicación, sí debes pedir permiso. Puedes hacerlo aquí: eduthie@wonderponderonline.com.

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