miércoles, 21 de abril de 2021

Lecturas que dan que pensar (Artículo en Faristol nº 92)



Para el último número de la revista catalana Faristol, Revista del Llibre Infantil i Juvenil, me pidieron un artículo para el dossier Relat d'una pandèmia (Relato de una pandemia). En el artículo me pregunté, junto a muchas otras personas, seguro, "¿Qué lecturas ofrecer a personas en edad infantil o juvenil en estos momentos, con vistas a facilitarles oportunidades para pensar, hablar, digerir e imaginar aspectos de esta nueva realidad?"

Con permiso de Faristol, comparto a continuación el artículo Lectures que fan pensar en castellano y os invito a que os déis un paseo por el resto de contenido de la revista. 



Lecturas
que dan que pensar*

Ellen Duthie

* Artículo publicado originalmente en Faristol, Revista del Llibre Infantil i Juvenil
(número 92, páginas 26 y 27) , traducido al catalán por Bernat Cormand

 

A la nana, niño mío
a la nanita y haremos
en el campo una chocita
y en ella nos meteremos

“Se van los dos” [la madre y el niño]. “El peligro está cerca.
Hay que reducirse, achicarse, que las paredes de la chocita
nos toquen en la carne. Fuera nos acechan. Hay que vivir en
un sitio muy pequeño. Si podemos, viviremos dentro de una
naranja. Tú y yo. ¡Mejor, dentro de una uva!”

 Federico García Lorca
     Las nanas infantiles

    Conferencia pronunciada el 13 de diciembre de 1928

La tendencia a una excesiva literalidad a la hora de seleccionar libros propicios para pensar sobre determinados temas no es un nuevo mal pandémico; se sufría ya en tiempos pre-Covid: como si para pensar sobre la muerte o sobre la amistad, los libros más indicados tuvieran que llevar preferiblemente la palabra muerte o amistad -o alguno de sus derivados- en el título o, al menos, pudieran clasificarse, idealmente sin titubeos, bajo la etiqueta temática de muerte o amistad.

No sorprende entonces que al preguntarnos (creadores, editoriales, familias y escuelas) sobre qué lecturas ofrecer a personas en edad infantil o juvenil en estos momentos, con vistas a facilitarles oportunidades para pensar, hablar, digerir e imaginar aspectos de esta nueva realidad, nos cueste alejarnos de la literalidad de la pandemia (ni siquiera la de las pandemias; sino la de esta pandemia en concreto).  

Apenas un par de meses después de la llegada del coronavirus a nuestras vidas en marzo, un sistema editorial más ágil quizás que en pasados momentos históricos de esta envergadura, ya había poblado el mercado de libros creados ad hoc: libros informativos, algunos más que otros, para explicar qué es el coronavirus o cómo lavarse las manos y saludarse manteniendo la distancia social; libros para ayudar a despedirse de la abuela fallecida por Covid-19; libros con arcoíris y promesas de certidumbre color de rosa para un futuro esencialmente incierto. Todos tan “urgentes” como previsiblemente pasajeros. 

Es posible, probable incluso, que en los próximos años se escriba algún álbum, alguna novela con la pandemia de trasfondo que trascienda el momento concreto y que permanezca en un catálogo editorial y en las estanterías de las librerías, bibliotecas y hogares durante generaciones venideras. Pero es improbable que ese libro ya esté entre nosotros -cierta perspectiva ayuda- y también es improbable que nos llegue con “coronavirus” o “pandemia” en el título.

Esta ceguera de la literalidad nos hace olvidar que la pandemia no es solo una pandemia.

En literatura, la pandemia es el lobo, que acecha a Caperucita y ¡horror! a la abuela septuagenaria.

La pandemia es el flautista de Hamelín, que en esta ocasión viene más a por los mayores que a por los niños.

La pandemia es el coco del que habla Lorca, cuya fuerza mágica “es precisamente su desdibujo”.

Y lo interesante es que se encuentra en todas partes.

Si se ha leído la cita con la que se encabeza este artículo, es difícil no haber pensado en el confinamiento con la imagen de esa “chocita que nos toca la carne”.

Es difícil, de hecho, leer sin aplicar a lo que leemos el prisma de la actualidad. Esta es una de las cosas que consiguen excepcionalmente bien los clásicos. Por eso permanecen en el tiempo.




En estas circunstancias, leer Buenas noches, luna, de Margaret Wise Brown y Clement Hurd, nos ofrece un mundo descrito en su totalidad, un mundo “completo”, pequeño, doméstico, a partir del cual contar y jugar, en el que vivir y convivir y del que despedirse. 




Leer Pippi Calzaslargas, de Astrid Lindgren, nos presenta en estos momentos un mundo donde una niña se las arregla muy bien sola, muchas gracias; no depende de adultos desarmados por la incertidumbre; no va a la escuela ni presencial ni virtual, excepto para curiosear y poner de manifiesto algún que otro sinsentido de la vida escolar sin pandemia o con pandemia; se da el gusto de romper todo tipo de norma higiénica coronavírica. ¡Esas galletas en el suelo! ¡Qué regocijo! En estos momentos, donde las circunstancias nos obligan a ser más que nunca Tommy y Annika, leer sobre la vida anárquica de Pippi resulta especialmente catártico e interesante de pensar e imaginar. 


            Una lectura con ojos pandémicos de El letrero secreto de Rosie de Maurice Sendak es una oportunidad de soñar con una socialización que fue del todo imposible durante el confinamiento absoluto y que, incluso en la llamada nueva normalidad, no resultaría del todo fácil. Nos puede permitir escapar, pero también aterrizar: ¿dónde están las mascarillas de Rosie y sus amigos? Incluso puede que de repente nos sorprendamos haciendo un recuento de personajes. ¿Superan o no la limitación vigente en cuanto a número de personas para reuniones sociales? Puede llevarnos a la nostalgia o al anhelo de que a la nueva normalidad le siga algún día una especie de nueva vieja normalidad; pero también nos puede llevar a pensar en maneras de jugar y relacionarnos de manera divertida ahora, a pesar de las mascarillas y las distancias. 

El entrañable personaje neurótico que es Búho de Búho en casa, de Arnold Lobel, nos permite asomarnos a la mirilla de una persona que vive sola, confinada, o vernos a nosotras mismas reflejadas (¿algún hijo o hija única por ahí?) en nuestra habitación volviéndonos locas sin saber muy bien a qué jugar, pero encontrando en nuestra locura una forma fantástica de estar de cualquier manera menos aburridas.

¡Qué interesante y qué inevitable cómo se resignifica una misma lectura bajo el prisma de un contexto diferente!

Qué interesante comprobar que independientemente de la lectura que se ofrezca (incluido algún título de los producidos ad hoc -¿por qué no?-), las personas lectoras de todas las edades van a conectar con ella desde este nuevo contexto, siempre que se permitan los espacios y los tiempos de exploración necesarios.

No es, en este sentido, un descubrimiento pandémico, pero sí un recordatorio oportuno.

Los libros buenos para reflexionar, ahora y siempre, son libros que permiten enganchar desde situaciones y contextos muy variados, que contienen la suficiente complejidad como para permitir esta resignificación y adquisición de nuevas capas de significado y nos ofrecen momentos de identificación, de escape y de reflexión, a veces todos en un mismo libro.

Ellen Duthie


* Artículo publicado originalmente en 
Faristol, Revista del Llibre Infantil i Juvenil
(número 92, páginas 26 y 27) , traducido al catalán por Bernat Cormand


También puedes descargar este artículo en castellano aquí

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario